Los padres estamos obligados a criar, dar alimento y vestido a nuestros hijos, procurarles un hogar y darles la mejor educación de la que seamos capaces y nuestros medios económicos nos lo permitan. Así debe --debiera-- ser desde que nacen hasta que son independientes, incluso más allá de la mayoría de edad en un mundo actual en el que la incorporación al mercado laboral no es fácil y los estudios universitarios y máster se prolongan cada vez más.

Luego están esas otras «obligaciones» de carácter afectivo, tanto o más importantes que las económicas, que nos hacen pasar noches en vela por una simple fiebre, ir de madrugada a recoger a nuestro hijo adolescente a la fiesta de turno, llevarlo un domingo a las ocho de la mañana al partido de baloncesto, acariar su pelo y su alma cuando recibe el primer envite de la vida en forma de desengaño y hablar con quien haga falta, incluidos los Reyes Magos de Oriente, para que una mañana como la de hoy vean sus sueños hechos realidad, aun a costa muchas veces de esfuerzos tan titánicos como silentes y poco reconocidos.

De lo que no estoy tan segura es de que cuando nuestros hijos se hacen adultos y no son capaces de dar a los padres, al menos en afecto, una mínima parte de lo que recibieron y, por contra, ponen distancias y silencios injustificados de por medio, o son esencialmente desagradecidos, por no hablar de hijos con problemas de drogas o ludopatía, violentos o maltratadores, entonces sigan siendo merecedores de nuestra herencia. Bill Gates ya ha anunciado que sus tres hijos no heredarán su fortuna más allá de recibir una gran educación y algo de dinero y en nuestro país la nueva Ley de Derecho Civil Vasco ha dado un paso al frente considerando la legítima de los descendientes solo de un tercio de la herencia, pudiendo incluso apartar a los descendientes de esa mínima legítima sin causa alguna. Démosle a nuestros hijos lo que necesiten y alas para volar, además de todo el amor del mundo, pero el último regalo de reyes que supone nuestra herencia, aquello que conseguimos con nuestro trabajo y esfuerzo, eso solo debemos dárselo si realmente es nuestro deseo y ellos lo merecen y desde luego sin una norma que nos lo imponga y que por obligación beneficie a los ingratos.

* Abogada