Bienaventurados nuestros imitadores porque de ellos serán nuestros defectos. Una frase muy antigua que la ha actualizado el partido conservador. Los dos ganadores de las primarias se la pueden aplicar. Ella, porque tiene un largo aprendizaje a la vera de Rajoy, el gran maestro de la evasiva. Él, porque fue criado en los pechos --es un decir-- de José María Aznar y Esperanza Aguirre. Dos excelentes patas para un banco reaccionario.

Desde antes del día 21, era de esperar que los compromisarios --o sea, el aparato del partido-- le corrigieran la plana a las bases, en una falsa segunda vuelta, pues la auténtica es la que tiene por votantes a los mismos que intervinieron en la primera. Estaba cantado que, en medio de la descomposición que están viviendo los conservadores, casi daría lo mismo Soraya que Casado --tanto monta, monta tanto--, ya que, en definitiva, estarían yendo de Herodes a Pilatos.

Ya veremos lo que dicen sobre el congreso del PP los aduladores de turno, pero cualquier observador imparcial y atento sabe que si la palabra «unidad» se usa mucho en los cónclaves de los partidos, malo, malo. Eso sucede cuando la indefectible unidad se ha fracturado sin remedio. Así acaeció, hace muchos años en Palma de Mallorca, cuando Calvo Sotelo sustituyó a Suárez. La unidad estaba en todos los discursos y hasta en la sopa pero, a los pocos meses, UCD se fue a pique tan rápidamente como el Titanic.

Que haya ganado --algunos auguran que su victoria será pírrica-- Casado es de una lógica elemental, blanca y en botella. Si los compromisarios de segundo voto, pero decisivo nivel, conocían, como media España sabe, que Cospedal y Soraya son lo mismo que el perro y el gato, tan incompatibles como el agua y el aceite, y a eso añadimos que en este tipo de elecciones restringidas priman los intereses personales --seguir ocupando buen lugar en las listas electorales, no bajarse del machito, ejercer de fontaneros, controlar los sucesos desde el aparato...--, quienes apoyaron a Cospedal, fallando a las primeras de cambio, han tenido que arriar velas y votar a Casado, sin ocultarlo, a cara descubierta, para no perder comba de futuro. Por eso, el sábado pasado hubo bastantes individuos a los que se les caía la baba exaltando a Casado --hay que ver lo que hace la necesidad compaginada con la poca vergüenza--, cuando sabido es que, hace un mes, lo consideraban un niñato que puede acabar mal si sigue adelante la indagación de sus inverosímiles tejemanejes universitarios.

Hoy vamos a terminar con cinco ideas que, a nuestro entender, resumen, o presagian, de manera concisa la situación actual:

1. El gran beneficiado del Congreso del PP puede ser Ciudadanos, que, después de la moción de censura que aireó sus codicias, andaba alicaído.

2. Lo de «somos el centro derecha», repetido por Casado hasta el hartazgo, parece una artimaña que lo aleja, cada vez más, del centrismo verdadero, sin mezcla de ultra alguno.

3. Aznar ha colocado en primera línea a uno de sus clones favoritos. Lo que demuestra que el genio de las Azores todavía tiene capacidad de intriga y credibilidad en algunos sectores del PP, a los que les importa un rábano que posea un récord propio del Guinness: ser el presidente de Gobierno occidental que ya tiene, y la nómina va a ampliarse pronto, el mayor número de exministros encarcelados por corrupción.

4. No nos extrañaría que Casado, para imitar al pie de la letra a su modelo, pronto acuda, algún fin de semana, a jugar al dominó con los vecinos de Quintanilla de Onésimo. Sí, todavía Quintanilla de aquel Onésimo Redondo que enamoró a la Falange con sus ideas sobre el nacionalsindicalismo vertical.

5. Ahora, un vaticinio de despedida. Cuando se celebren las próximas elecciones municipales y autonómicas, Casado abogará, con delicioso cinismo, porque en todo lugar gobierne la lista más votada por el pueblo llano. Apúntenlo para que no se olvide.

* Escritor