Con todo mi cariño a las mujeres que estáis preparando la marcha de mujeres por la paz.

Gandhi no fue mártir por defender un templo hindú, sino por defender a la humanidad.

El 30 de enero de 1948, cuando Gandhi se dirigía a una reunión para rezar, fue asesinado en Nueva Delhi, a los 78 años de edad por Nathuram Godse, un radical hinduista relacionado con grupos ultraderechistas de la India. Dios estuvo en sus últimas palabras antes de morir al exclamar: «¡Hey, Rama!» (Oh Señor). Murió como vivió, acompañado de su ideal: la búsqueda de la paz.

Martin Luther King no fue asesinado en Memphis, el 4 de abril de 1968, por defender una iglesia bautista, sino por ponerse al frente del movimiento por los derechos civiles para los afroestadounidenses, además de participar como activista en numerosas protestas contra la Guerra de Vietnam y la pobreza en general. Fue asesinado por un segregacionista blanco. Sus últimas palabras fueron dirigidas al músico Ben Branch: «Ben, prepárate para tocar «Señor, toma mi mano» en la reunión de esta noche. Tócala de la manera más hermosa».

Isaac Rabin no fue víctima de un atentado por defender una sinagoga. Fue un antiguo guerrero que murió cantando salmos de fraternidad. Comprendió que los mártires de la paz irradian mil veces más luz que los vencedores de la guerra. Al culminar una asamblea y después de cantar «La canción de la paz» le esperaba Yigal Amir, quien le disparó por la espalda. El asesino pertenecía a una secta fanática, denominada Organización Judía Vengadora.

Monseñor Oscar Romero no cayó mártir por defender una catedral, lo mataron unas balas militares en El Salvador el 24 de marzo de 1980 por defender los derechos humanos de su pueblo. Un día antes de su muerte, Romero hizo desde la catedral un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en su homilía llegó a pronunciar: «En nombre de Dios (…) les suplico, les ruego, les ordeno ¡Cese la represión!».

En Córdoba, en pleno siglo XXI, el obispo ha dicho que hay que «llegar hasta el martirio» para mantener el culto en la Catedral. Posiblemente afirmaciones como ésta le hagan pensar al papa Francisco viajar a España.

Volviendo a los que no murieron por templos de piedra sino por haber creído y trabajado por una nueva humanidad, se me antoja un sueño. Qué luz sería para el mundo una plegaria en la Mezquita-Catedral abarrotada de gentes de diversas procedencias e ideologías sintiendo las hermosas palabras del poeta y filósofo andalusí Ibn Arabi, siglo XII, a través de su poema titulado «Mi religión es el amor»: Hubo un tiempo, en el que rechazaba a mi prójimo si su fe no era la mía. Ahora mi corazón es capaz de adoptar todas las formas: es un prado para las gacelas y un claustro para los monjes cristianos, templo para los ídolos y la Kaaba para los peregrinos, es recipiente para las tablas de la Torá y los versos del Corán (…).

* Profesor y miembro de Comunidades Cristianas Populares