Hacia dónde va España?... ¿Qué va a ser de España?... ¿Qué hacemos con España?... ¿Qué camino debe seguir España?... ¿Tiene solución España?... ¿Cuál es el problema de España?... ¿Qué porvenir le espera a España?...

En resúmen: ¿Qué es España?.

Estas, y otras interrogantes, son las que se plantean y tratan de responder Angel Ganivet y Miguel de Unamuno cuando en 1897 polemizan sobre el porvenir de España en las páginas de El Defensor de Granada». Poco antes del mazazo de 1898 en el que se perdieron los restos del Imperio, aquel Imperio donde siglos atrás no se ponía el sol, y se reconociese que España había dejado de ser una gran potencia.

«Duele decirlo,pero hay que decirlo --escribe Unamuno--, porque es la verdad: después de cuatro siglos de de utopías y aventuras quijotescas, España se ha desangrado y expira como el bueno de Alonso Quijano... ¡Ahora habrá que comenzar de nuevo y hacer entre todos otra España!... Lo difícil es saber qué España tendremos que hacer o cuál será el porvenir de España».

«Ante la ruina espiritual de España --responde Ganivet-- hay que ponerse una piedra en el sitio donde está el corazón y hay que arrojar aunque sea un millón de españoles a los lobos, si no queremos arrojarnos todos a los puercos».

(¿Estaba ya preconizando el millón de muertos de la Guerra Civil del 36?)

«El problema de España es que ha dejado de soñar --dice «Don Miguel»-- y se ha encerrado en la sensatez ramplona... Hemos asesinado a Don Quijote y nos hemos vendido no a Sancho Panza, que hubiese sido acaso la salvación, sino al pancismo de los mediocres y a la moderación de los ignorantes. ¡ No habrá porvenir si antes no acabamos con la moderación y hacemos la revolución de la verdad»!

«Hemos tenido --responde Ganivet--,después de períodos sin unidad de carácter, un período hispanorromano, otro hispanovisigótico y otro hispanoárabe; el que le sigue será un período hispanoeuropeo o hispanocolonial; los primeros de constitución y el último de expansión. Pero no hemos tenido un período español puro,en el cual nuestro espíritu, constituido ya, diese sus frutos en su propio territorio y por no haberlo tenido, la lógica exige que lo tengamos y que nos esforcemos por ser nosotros los iniciadores... Yo creo a ratos que las dos grandes fuerzas de España, la que tira para atrás y la que corre hacia adelante, van dislocadas por no querer entenderse,y de esta discordia se aprovecha el ejército neutral de los ramplones para hacer su agosto... y a ratos pienso también que nuestro país no es lo que aparece y se me ocurre compararlo con un hombre de genio que hubiera tenido la ocurrencia de disfrazarse con careta de burro para dar a sus amigos una broma pesada... En España solo hay dos soluciones racionales para el porvenir: someternos en absoluto a las exigencias de la vida europea, o retirarnos en absoluto también y trabajar para que se forme en nuestro suelo una concepción original capaz de sostener la lucha contra las ideas corrientes, ya que nuestras actuales ideas solo sirven para hundirnos, a pesar de nuestra inútil resistencia. Yo rechazo todo lo que sea sumisión y tengo fe en la virtud creadora de nuestra tierra. Mas para crear es necesario que la Nación, como el hombre, se recoja y medite, y ha de reconcentrar todas sus sus fuerzas y abandonar las luchas fratricidas».

Y, claro está, no se ponen de acuerdo. Unamuno, al final, casi grita: ¡Que inventen ellos! y Ganivet ironiza. «El español no se sentirá bien --dice-- hasta que lleve en su bolsillo un único Documento de Identidad que diga: ‘Este español está autorizado a decir y hacer lo que le dé la gana».

Desgraciadamente los dos murieron de pena. La pena que llegaron a sentir por España y la mediocridad de los españoles. Vivieron «contra esto y aquello» y murieron «contra esto y aquello».

* Periodista y miembro de la Real Academia de Córdoba