Hablemos de deuda pública seriamente, con datos contrastados. La deuda pública española ascendía, a 31 de diciembre del 2010, último ejercicio completo cerrado y según datos del Banco de España, a 657.856 millones de euros (el 77,1% de la Administración central, el 17,52% de las Autonomías y solo el 5,38% de los ayuntamientos). Cantidad a la que habría que sumar los 48.740 millones de deuda reconocida de las empresas públicas estatales y de las Comunidades Autónomas, y una cantidad indeterminada de los cientos de empresas públicas propiedad de los ayuntamientos. El monto total de lo que debíamos hace siete meses era, pues, cómo mínimo de 706.596 millones de euros. Por esta deuda se pagaron 20.423 millones de euros de intereses, lo que supuso un tipo de interés medio del 2,89%. La mayoría de esta deuda tiene un plazo de entre 5 y 10 años y alrededor del 43% (unos 309.277 millones) está en manos de bancos e instituciones extranjeras. Finalmente, el pasado año, los ingresos totales de las administraciones públicas fueron de 379.344 millones de euros y los gastos de 478.165 millones, por lo que el déficit del conjunto de las administraciones fue de 98.821 millones.

Si tenemos en cuenta que el PIB del 2010 fue de 1.062.591 millones de euros, nuestra ratio de deuda pública sobre PIB era de algo más de 66,9%, los ingresos supusieron el 35,7% del PIB, el gasto público el 45% del PIB y el déficit público el 9,3%. Si comparamos estos datos con los de los países europeos, especialmente con los de las grandes economías europeas, con deudas en el entorno del 80%, podemos decir que nuestra deuda es baja. Más aún, ni siquiera calculando la deuda sobre el total de ingresos (un 186%) nuestra deuda es alta. Solo el déficit es preocupante y se está reduciendo. Teniendo esto en cuenta, se puede concluir que ni el volumen absoluto, ni el volumen relativo de nuestra deuda, ni la estructura impositiva (no siendo buena), ni la composición del gasto (muy mejorable), explica la crisis de nuestra deuda.

Si el problema no es, entonces, de volumen de deuda, ¿cuál es el problema? El problema es de expectativas sobre nuestra economía y de credibilidad de nuestra política económica. El problema es que ningún analista cree que el PIB español vaya a crecer, en los próximos dos o tres años, por encima del 1,5%, ni que vayamos a reducir la tasa de paro por debajo del 20%. Y mientras no haya crecimiento y tengamos paro, nadie cree que los ingresos públicos vayan a ser suficientes para el nivel de gasto, por lo que persistirá el déficit y crecerá la deuda.

Y nadie cree que vayamos a mejorar en nuestra economía porque nadie cree que tengamos políticos que sean capaces de hacer la política económica que necesita nuestra situación. Ningún analista confía en que nuestros políticos sean capaces de reestructurar nuestra costosa Administración (incluidos ayuntamientos y televisiones públicas), como nadie cree que nuestros políticos (sean de PP o del PSOE) vayan a hacer una profunda reforma fiscal que, al mismo tiempo, reactive la economía, aumente la recaudación y genere una mejor distribución de la carga. De igual forma, todos sabemos que ni Rajoy ni Rubalcaba harán una auténtica reforma laboral, ni van a llegar a acuerdos sobre Educación o energía, ni... Más aún, hay analistas que incluso creen, vista la deriva independentista de Cataluña, que tendrá su concierto o será independiente, lo que hará insostenible la deuda del conjunto. El problema de la deuda es de política. Para ser más exactos, de políticos. Porque ni Rajoy es Aznar, ni Rubalcaba es Felipe. Lo bueno es que cualquiera es mejor que Zapatero. Lo malo es que estaremos sin gobierno hasta Navidad y sin presupuestos hasta marzo. Y esto, en finanzas internacionales, es demasiado tiempo. Y se paga. Se paga, a corto plazo, en prima de riesgo.

* Profesor de Política Económica. ETEA