El vodevil entre bochornoso y patético que el PSOE ha ofrecido en las últimas 48 horas, tras la dimisión de 17 miembros de la Ejecutiva Federal del partido, constituye uno de los momentos más bajos de la vida de uno de los partidos políticos más importantes de la historia de España. La incapacidad para ganarse el favor del sector crítico que ha demostrado el secretario general, Pedro Sánchez, y la radical fórmula que sus oponentes han escogido para intentar descabalgarlo de la dirección del partido (la dimisión en bloque de la mitad de la ejecutiva) han originado una gravísima crisis que ha deparado imágenes como la de Verónica Pérez, presidenta del Comité Federal del partido, arrogándose la autoridad única de la formación en plena calle porque no le permitían acceder a la sede de la calle Ferraz en Madrid.

La crisis del PSOE no es un asunto menor dada la importancia del partido en la vida política del país y más en la actual coyuntura. Además, la causa profunda no es solo una lucha de poder interna entre facciones, barones o federaciones, sino un asunto de interés general: decidir si el partido permite, mediante alguna forma que va desde la negociación con el Partido Popular hasta la abstención crítica, la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Un debate como este es demasiado importante como para que se dirima en la calle a base de ruedas de prensa, en las redes a golpe de tuits pródigos en acusaciones e improperios entre unos y otros, y en las tertulias y las tribunas periodísticas.

Ambos bandos han quemado demasiados puentes como para pensar que una reconciliación es posible. A pesar de hechos indiscutibles como que suma la peor serie de resultados electorales de la historia del PSOE, la postura de Sánchez negándose a dimitir pese al vacío estatutario en el que queda su «ejecutiva» ha abierto un choque de legitimidades que puede trasladarse a la celebración este próximo sábado del Comité Federal, que, sin duda, llega en el peor de los escenarios imaginables. No se ve una fácil solución, pese a que Susana Díaz dijese ayer ante el Comité Director del partido que el PSOE andaluz pondrá todo su esfuerzo en coser heridas, siempre sobre la base de que «primero está España y luego el PSOE». Es decir, el Congreso, sí, pero más tarde y con menos urgencia y tensiones (los 16 de los 18 miembros que permanencen en la dirección que lidera Pedro Sánchez que acudieron ayer a la reunión convocada en Ferraz mantuvieron la hoja de ruta avanzada el pasado miércoles, esto es, que las primarias en el partido se celebren el 23 de octubre para adelantar el cónclave al 12 o 13 de noviembre, no entre el 2 y el 4 de diciembre como se había avanzado; mientras, Susana Díaz se mostró ayer contraria de un «congreso exprés»). Mañana puede ser un día histórico para que el PSOE opte entre el abismo y el futuro. H