Hace unos días, mi amigo Goval y yo visitamos --paseando-- instalaciones culturales de esta Córdoba de nuestras entretelas. La mañana prometía. Quedamos temprano para charlar y darnos un bañito cultural teniendo en cuenta la excelente oferta que la ciudad presentaba.

Iniciamos la visita al Archivo Municipal: una entrañable e histórica exposición de fotos de los Garzón Kalifas de la fotografía cordobesa nos esperaba. Un patio precioso y unas formidables fotografías. Conocíamos la existencia de un catálogo. Preguntamos. «Subid, primera planta, oficina de información...». ¿Un catálogo, por favor? ¿Sus DNI? Gracias. Un conserje anota nuestros números y nos da un maravilloso catálogo a cada uno con más de doscientas páginas. ¿Cuánto es? «Nada. No es nada. Lo ha hecho el Ayuntamiento». Gracias. Sorprendidos nos miramos y bajando las escaleras comentamos el asunto de la gratuidad de ciertas «cosas públicas».

A la salida dirigimos nuestros pasos hacia el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo --C3A-- dónde brilla una singular exposición Círculo íntimo: el mundo de Pepe Espaliú que reúne setenta y cinco obras del artista, prologadas por una docena de piezas de otros autores que influyeron en su imaginativa capacidad para crear. Es un recorrido entre la creación y el compromiso. Llegamos, dejamos las mochilas por cuestiones de seguridad y pasamos a esa inmensidad que es el C3A. Nada de pagar. «Es gratis». Goval y yo nos volvemos a mirar. No es necesario decir nada. La exposición me produjo cierta inquietud, te remueve, te traslada. La recomiendo. Creo que es algo que hay que ver.

Llegados al entorno de la Mezquita nos despedimos. Me acuerdo de que en el Centro de Arte Moderno Rafael Botí hay una exposición sobre Patrimonio Flamenco y decido ir. Tras un agradable saludo de los conserjes paso. Nada de pago de entradas ni similar. Lo expuesto me agrada porque muestra «lo flamenco» como parte de la sociedad.

Para mí el debate está servido. He visitado tres centros. Por orden de visita creo que los responsables de los mismos son el Excmo. Ayuntamiento de Córdoba, la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y la Diputación Provincial. En ninguno hemos pagado nada y además tengo un magnífico catálogo. Los tres dependen de la ¿empobrecida? ¿super rica? Administración Pública. Creemos que es importante aclarar que las visitas y el citado catálogo no son gratis: alguien lo ha pagado. Lo mismo que los sueldos de las personas que atienden las instalaciones, la luz, el agua, la limpieza, el mantenimiento, montaje, etc... Coincidimos en que «lo que no se valora se devalúa». Es por esto que sería importante pagar algo por este tipo de visitas: seguro que la ciudadanía lo valoraría más y mejor. Hagamos pases para escolares, para jubilados, para parados, para familias numerosas, etc... Pero la sociedad tiene que saber que eso no es gratis, alguien lo pagó, lo está pagando y lo pagará si sigue abierto. Lo gratis no existe. Nada es gratis y una persona que ha vivido lo sabe. La desconfianza nace cuando multinacionales, políticos, bancos, etc, no exigen una mínima contribución a los ciudadanos en las actividades que organizan desde sus respectivos ámbitos. Aparte de que aumenta la irresponsabilidad y la frescura del personal, se hacen acompañar de una imagen de «benefactores sociales» que potencian la cultura del pueblo, lo que les hace ganar imagen pública y, en algunos casos votos. ¡Concierto gratis para los jóvenes!, ¡Libros de texto gratis!, ¡Viajes y transporte gratis! ¡ Medicinas gratis! La ciudadanía tiene que ser consciente de que la gratuidad no existe y no dejarnos engatusar por campañas demagógicas y falsas que siempre ocultan un interés. La reciente entrega de unos cientos de millones de euros a la sanidad pública nos parece bien, pero nadie nos ha contado la otra mitad. Como siempre los listos pícaros son engañados --o se dejan engañar -- por personas más pícaras y más listas que ellos. A lo mejor es que entre pícaros anda el juego. Lo dicho: ¡Nada es gratis y que me cuenten la parte oscura de la que se benefician los «benefactores sociales»!

Goval comparte lo anterior y añade algo que yo también comparto: esos centros en los que tan amablemente y «gratismente» fuimos recibidos, son unos grandes desconocidos en la ciudad e incluso conociendo su existencia son muy poco utilizados por la ciudadanía en general. Entendidos como centros de ocio o como algo de adorno de nuestro bagaje personal, los vecinos deciden no alimentarse de los mismos. Es un mal muy común que tiene que ver con la manera en que los agentes culturales públicos y privados han vendido su producto. lo de la cultura es vida y viceversa no está presente en el relato cotidiano de la ciudadanía, de ahí que tod@s tengamos por delante mucho que hacer, y eso, «eso», no saldrá gratis.

* Docentes jubilados