La vida, según el Foro Osio, que se exhibe en la belleza arquitectónica de la Capilla de Villaviciosa de la Catedral, sigue siendo un sueño clásico, de cuando no existían las fiestas de graduaciones. Ahora, según padres en el ajo, hasta los niños de las guarderías se acogen a esa costumbre de las películas americanas en las que hasta terminar la Cartilla de Rayas merece título, beca, convite y fiesta. Y no es que esté mal, que mejor la alegría que el sufrimiento, pero parece que se sale de lo relativamente normal, sobre todo para los que fuimos alumnos casi de postguerra y en vez de la graduación nuestro pensamiento proamericano se iba derechito a la leche en polvo de por la mañana y al queso de por las tardes. Nunca pensamos que nos íbamos a graduar -aunque nos supiésemos de memoria la Enciclopedia Álvarez- con imposición de beca y fiesta pagada por los padres porque los tiempos se sostenían, casi como ahora, sobre los recortes. Pero sin internet, que junta el pensamiento de todo el mundo en ese modo de redes sociales en el que el más cabreado es el que más sale, aunque no lleve razón. Pero, claro, si tiene dos millones de «me gusta» y encima su vídeo ha sido trending topic, pues que Calderón de la Barca se vaya por donde quiera porque ni el teatro ni la música clásica -el domingo, a las 20.30, nace una orquesta que difundirá la barroca- son de este tiempo de banalidades donde el papel anda en entredicho en mitad de tanto pantalleo que promociona un pensamiento con ciertos vértices en entredicho. Estamos ya en la época en la que el verano ha acabado con la rutina del curso, cuando las noches culturales son la normalidad en la capital y toda la provincia después de que se hayan acabado las fiestas de las graduaciones. Quizá por eso muchos padres y abuelos de estudiantes señalados por la graduación se hayan ido al pueblo a empezar a vivir la rompedora normalidad del verano. Y por las noches, en las que los termómetros nos han atormentado, se han sentado al fresco de sus puertas, aquel espacio en el que antes había libertad de tránsito y ahora tienen que enfrentarse al poderío-graduación de los coches, cuya celeridad lucha contra la parsimonia del pensamiento clásico.