Todo comenzó cuando mi hermana María José, «tu Pepa», me comentó que estaba empezando a conocerte, que te habías acercado buscando algo más serio que una simple amistad, pero yo, que aún no te conocía, nunca pude imaginar que una vez que ella deshojara la margarita de sus dudas iba a tener la oportunidad (de esas pocas que a veces te regala la vida) de poder entablar relación contigo.

Persona singular y única, que desde el primer momento me trasmitiste unos valores personales, humanos y familiares con tanta grandeza que marcabas con tus formas y comportamientos haciéndome comprender que estaba ante aquel tipo de persona que lo da todo, sin pedir nada a cambio.

No puedo dejar de recordar la felicidad reflejada en los ojos de mi hermana, que había encontrado en ti su complemento de vida, su compañero, su confidente, su amor, su TODO... y, como ella me había confesado en más de una ocasión, le ayudaste a ver las cosas de otro modo, a convertirse en mejor persona.

Por todo ello y por más, el vacío que nos dejas será irremplazable, y solo el paso del tiempo podrá restañar esta profunda herida que aún no ha comenzado ni siquiera a cicatrizar, y ese transcurrir de los años nos hará valorar la dimensión de tu figura y lo que has significado en nuestras vidas, ya que al final te has ido tal y como viniste: sin hacer ruido, sin molestar… solo con palabras y gestos de gratitud, por ser la persona más feliz de poder compartir con tu mujer estos años de felicidad.

No tendría cómo agradecerte todos las visitas y cuidados dispensados a mis padres, que con edades avanzadas y algunos achaques típicos de su edad siempre tuvieron de tu parte unas palabras de aliento y amabilidad, restando importancia a sus dolencias y siendo la persona que más le animaba después de algún que otro episodio de salud, castigada por los avatares de la edad.

Del mismo modo, y tras la muerte de tu madre, tuvimos la oportunidad de conocer a don Ángel, tu padre, persona emotiva como nadie, amable, cariñosa y de una elegancia y sensatez poco habitual en estos tiempos, y que como no podía ser de otro modo «no hay mejor cuña que la de la misma madera...».

Por todo lo citado, y por muchas más cosas, que sería muy difícil de expresar y resumir en una sola carta, te estaré eternamente agradecido…...Hasta siempre querido Antonio.

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Antonio Jesús García Nieto</b>

Córdoba