La 31ª edición de los Premios Goya, la gran gala de la cinematografía española, vino a ser una fotografía de un cine que acumula cada día más talento a pesar de no despegar. Los éxitos se concentran en unos pocos títulos que logran el liderazgo en la taquilla en una competencia desigual con los productos que llegan de Hollywood. La gala tuvo, en un palmarés sin sorpresas, a dos ganadores, uno por la cantidad de premios y otro por la calidad de los suyos. El caso de J. A. Bayona es extraordinario. Ha dirigido solo tres filmes y con Un monstruo viene a verme logró 9 goyas que se suman a los 12 que coleccionó con El orfanato y Lo imposible. El talentoso Bayona ha jugado siempre en la liga de los grandes, goza del apoyo del público y de la admiración del propio Steven Spielberg. Un monstruo viene a verme sumaba hasta final de enero 26,5 millones de recaudación y 4,6 millones de espectadores. A mucha distancia se sitúa la considerada por la Academia como mejor película, Tarde para la ira, del director debutante y también actor madrileño Raúl Arévalo. El resto del palmarés se lo repartieron El hombre de las mil caras y Julieta. Todas ellas crecerán algo por la palanca de los premios, pero la industria del cine español precisa un impulso institucional para promocionar un talento que ya goza de reconocimiento internacional. El sector confía en el nuevo ministro de Cultura al que dio una tregua el sábado a pesar del desaire del presidente del Gobierno.