Nunca nadie perseveró tanto. Varias veces muerto y resucitado, pero triunfante al fin, aunque no sabemos por cuánto tiempo. Habrá logrado demostrar al menos que es posible ganar perdiendo siempre que los demás estén perdiendo más que tú: paciencia es lo único que hace falta en tales circunstancias. Le ha costado tres años de un país y un sistema político en franca descomposición para conseguirlo. Ahí está.

Mucho se especula sobre la ambición personal de nuestro nuevo presidente. Por desgracia es algo de lo que pocos políticos con cierta trayectoria se salvan. Una pena que el poder acabe en manos de los ambiciosos y no de las personas que sinceramente desean servir a su país y a sus conciudadanos. Si hay algo más que esa ambición personal, eso lo tendrá que demostrar en estos pocos meses que tiene por delante. Y debido a la absoluta falta de escrúpulos que ha demostrado para reunir los votos suficientes, no se lo van a poner nada fácil.

Unida a la ambición personal de Pedro Sánchez, ya probada en aquel duelo interno del partido, está la ambición de esa mayoría de militancia que lo resucitó, y que siendo tal mayoría en el partido, ha demostrado no ser representativa de una mayoría social en las urnas. El PSOE ha perdido la conexión con la sociedad. No son los únicos. Quizás debiéramos sacar todos alguna conclusión sobre este fenómeno que nos iluminara sobre la mejor manera de diseñar nuestro sistema de representación política para hacerlo más cercano a una ciudadanía siempre en continua evolución. Que unos pocos de afiliados a un partido puedan decidir el destino de un país no es nada aconsejable.

¿Qué va a ser este presidente ambicioso apoyado en la militancia ambiciosa de un partido que ahora mismo se encuentra claramente lejos de estar representado a la mayoría de los españoles? Podría haberse planteado este periodo con la interinidad que parece de sentido común. Podría haber escuchado a esas voces que le reclaman unas elecciones más pronto que tarde. Pero parece estar haciendo oídos sordos. Ha confeccionado un Gobierno como para quedarse. O está loco o dispone de un plan infalible para poder dar un vuelco a la opinión pública y ganar las elecciones al final de esta legislatura. Creo que va a aprovecharse de esta oportunidad, aunque su suerte dependerá de una improbable habilidad para cuadrar el círculo del que se ha rodeado. Sus estrafalarios compañeros de viaje van a aprovechar la debilidad de este Gobierno para avanzar en su golpe. Por cierto, resulta lamentable y escandaloso que los grandes partidos, que representan a la inmensa mayoría de los españoles, hayan estado hipotecando y malvendiendo el país por apoyos puntuales de los nacionalistas. A los andaluces nos hacen sentirnos estúpidos por no haber entrado en el jugoso negocio de los nacionalismos.

¿A quién beneficiará el gobierno de Pedro Sánchez? ¿Conseguirá Carmen Calvo la gran igualdad? ¿Sabrá aprovechar Josep Borrell su gran experiencia en Europa para revertir la mala prensa de España por el victimismo independista y convencer a los europeos de que el destino de Europa se juega aquí y ahora? ¿Tendrá Teresa Ribera tiempo para entender y hacernos entender hacia dónde nos lleva la transición ecológica? ¿Habrá diagnosticado ya la Dra. María Jesús Montero los males de la hacienda pública y conseguirá que paguen sus impuestos todos los que tienen que pagar sin que salgan huyendo de nuestra economía? ¿Seguirá el valenciano José Luis Ábalos admitiendo que el corredor mediterráneo debe incluir también a Madrid y Córdoba? ¿Logrará Meritxell Batet implementar una política territorial coherente dentro de todo el territorio español? ¿La experiencia en la elaboración de los presupuestos europeos será útil a Nadia Calviño para sostener la marcha de la economía española? ¿Logrará Pedro Duque poner de nuevo en órbita a la ciencia española?

En fin, son tantas preguntas para estos 6 ministros y 11 ministras, quizás muchos y muchas para un escenario tan inestable. Mucha mierda.

* Profesor de la UCO