Últimamente estamos acudiendo a una serie de actuaciones gubernamentales que nos llevan a pensar en la similitud que existe entre gobernar y mentir a la ciudadanía a la que se gobierna.

Para ello, solamente pondré tres ejemplos, correspondientes a las tres administraciones a las que normalmente nos referimos, ya que si tuviese que hacer un recorrido exhaustivo podría escribir un libro que, aquí al menos, no sería publicado.

En el Gobierno del Estado, para qué poner más ejemplo que el de las pensiones. Cuando el partido de gobierno estaba en la oposición, había que mantener el poder adquisitivo de las pensiones y otros. Una vez se gobierna, nada de lo dicho. No hay dinero para las pensiones, aunque sí para otros conceptos.

En el Gobierno autonómico, algunos de los ejemplos tienen que ver con la sanidad, a la que según el mismo gobierno autonómico no se está sometiendo a recortes. Hace algunos años, se anunciaba a bombo y platillo un plan sobre el cribado de cáncer de colon; hoy, según la misma administración, está reducido al 3% de los centros de salud. El mismo día que se anuncian medidas innovadoras para tratamiento de diabéticos. ¿Serán verdad? ¿O pasará como con el cáncer de colon? No solo de promesas vive el hombre, o la mujer.

Y para terminar, ya que me gusta ser breve, otro ejemplo, este a nivel local. Todos los partidos, en las elecciones prometen, entre otras cosas, mucha participación ciudadana. Participación que, una vez gobernando, se ven sus efectos en cuanto a cuestiones importantes de la ciudad, como Palacio de Congresos en Miraflores, cambio de carrera oficial de Semana Santa, cambios de tráfico y otros. Solamente se gobierna con los votos del pleno. El Reglamento de Participación Ciudadana tiene poco que ver en esto.

En resumen, todos prometen hasta que se meten. Luego, lo único que meten es la pata. Hora es de estrenar quien nos gobierne.