Los griegos han dicho alto y claro no a la austeridad. Con la incuestionable victoria obtenida ayer por Syriza, el mapa político heleno ha dado un vuelco radical. Se abre una nueva estructura de partidos en Grecia, mientras queda en entredicho la política europea que debía combatir la crisis económica. El histórico Pasok queda fuera del Parlamento. Pese a quedar en segundo lugar, el resultado logrado por el partido conservador hasta ahora gobernante, Nueva Democracia, es un sonoro castigo a las políticas neoliberales impuestas por la troika. Sin embargo, el triunfo de la coalición de Tsipras no debe esconder un dato altamente preocupante, y es la escalada al tercer puesto del partido neonazi Amanecer Dorado por encima del centrista To Potami, cuando hace seis años no llegaba ni al 0,3% del voto. Tras lanzar todas las alarmas, Bruselas se había preparado para la victoria de Syriza con la voluntad de no romper la vajilla, lo mismo que el partido de Tsipras. Nadie quiere que Atenas abandone el euro. Ciertamente, su deuda es elevadísima, pero es posible encontrar fórmulas para ampliar plazos y pactar rebajas siempre que no se identifiquen con una quita. La UE sabe ser pragmática, y Tsipras también ha demostrado serlo moderando su discurso. Ahora debería hacer uso de la prudencia. Y además, en su programa Syriza lleva algo que hasta ahora ningún Gobierno había planteado seriamente, la elevadísima evasión fiscal y la reforma de una Administración derrochadora. Sin embargo, habrá que ver las reacciones en las distintas capitales al desafío que plantea esta victoria. A Merkel, por ejemplo, los resultados de ayer le plantean problemas ante su electorado después de transigir con la compra de deuda pública anunciada la semana pasada por el BCE. Los griegos han votado en libertad, sabiendo lo que hacían y por qué lo hacían. Solo el tiempo dirá si este es el cambio que Grecia y Europa necesitan. De momento, la indignación ha dado paso a la esperanza.