Lo que ocurre en nuestro país debería clamar al cielo. Pero no claman los que deberían hacerlo. Estos porque no les interesa, aquellos porque no tienen tiempo, los siguientes porque pasan, otros por su escaso nivel cultural y los que quedan porque temen que, si dicen cosas como la presente, ya nunca recibirán esa llamada telefónica. Como dice el viejo dicho: el uno por el otro, la casa sin barrer. El Partido Popular ha pasado una racha que para sus votantes se queda. Que Madrid y Valencia estuviesen hasta el tuétano de mangantes requiere una autocrítica mucho más heroica. Pero tiene tela que estén dispuestos a sentarse para hablar de reformar la Constitución, pero no de refundar el PP. Entiendo que haya aspectos de la Constitución reformables y que tienen que ver con el machismo reinante pero jamás con el enfoque territorial del estado. Nuestra Carta Magna equilibra a las dos Españas de siempre que decía Machado. Y este equilibrio actual es el mejor de la historia, a lo máximo que se puede y debe llegar. Solo un paso más se pasa y llevara a la desmembración del país más bello y con más solera del planeta. Y lo que hay hacer para resucitar ese patriotismo hispánico no es la pugna de banderas sino combatir lo que lo ha denigrado: la corrupción. Es urgente combatir tanta frivolidad política porque España no es ninguna broma, que tenemos a nuestros emigrantes muertos de pena. La gente por votar nunca es choriza. Pero el aparato del Partido Popular ha alcanzado cuotas delictivas vomitivas y la insistencia de sus dirigentes en no hacer una revolución interna está haciendo que la gente esté dando la espalda a un partido muy necesario, para marcharse a una opción que se está viendo superada de un éxito que va mucho más rápido que sus propios planteamientos y que el conocimiento suficiente de sus candidatos; y me temo que eso no bueno ni para ellos ni para nadie. Y todo está ocurriendo por el egoísmo y la soberbia de los barones del Partido Popular que tienen que agradecer al pueblo la confianza mostrada aun con los casos de corrupción a cuestas con una urgente cadena de dimisiones y la ansiada refundación. Pero nada, aquí la cuestión es negar la evidencia para no perder comba y apurar los curros. Ojalá recapaciten a tiempo por amor a la patria y elaboren un nuevo proyecto con nuevo nombre y nueva mujer que bien podría encabezar la actual vicepresidenta de España que, aunque no guste a la izquierda porque lógicamente es de derechas, es joven y preparada y no forma parte de ese pasado cochino.

* Abogado