En democracia de tipo parlamentarista como la nuestra no gobierna el que obtiene más votos, sino el que logra construir una mayoría en el Parlamento o Ayuntamiento. Mientras no se cambie la ley electoral, esto seguirá siendo así, y estas son las reglas del juego democrático. De acuerdo con esas reglas, Nieto no gobernará si los partidos de izquierda PSOE, IU y Ganemos logran un acuerdo de gobierno (de coalición o simplemente de apoyo). En ese caso, la socialista Isabel Ambrosio será la llamada a presidir el consistorio municipal al ser el PSOE el partido que más concejales ha obtenido (7) entre esas tres fuerzas políticas de izquierda.

A pesar de que la victoria de Nieto en las elecciones del 24-M es un hecho indiscutible, la realidad es que tiene pocas probabilidades, por no decir ninguna, de armar la mayoría que le permita revalidar su gobierno en la ciudad de Córdoba, al ser insuficiente la muleta de los dos concejales de Cs. Ya le ocurrió en 2007, cuando un pacto IU-PSOE le arrebató la Alcaldía al quedarse a solo un concejal de la mayoría absoluta (obtuvo 14). Eso no le ocurrió a su correligionario Rafael Merino, cuando en 1995 fue alcalde con solo 13 concejales gracias a que no hubo pacto de izquierda.

Más allá de la influencia negativa que haya podido tener en ello el desgaste del PP a nivel nacional, con sus políticas de austeridad y sus inacabados casos de corrupción, que sin duda le han pasado factura, es sorprendente cómo Nieto en solo cuatro años no ha sabido conservar el inmenso apoyo popular que cosechó en 2011, y que le permitió obtener entonces una holgada mayoría absoluta de 16 concejales, solo comparable a la que obtuvo Anguita en 1983. Tienen que ser el propio Nieto y su entorno los que deberían analizar ese hecho, y explicarse por qué ha perdido más de un tercio de los votos y 5 concejales en solo una legislatura, sin recurrir a la fácil salida de echarle la culpa al árbitro.

¿Qué ha pasado con el desmovilizado voto del PP? ¿Qué le ha faltado a Nieto para no lograr que la ciudad se identifique con "su" alcalde, como sí ha ocurrido en otras ciudades gobernadas por el PP, como Málaga con Francisco de la Torre? Son preguntas que no me corresponde contestar en un artículo como este.

En el ámbito de la izquierda, después de una larga espera de casi cuarenta años, hay una alta probabilidad de que Córdoba tenga un alcalde socialista (en este caso, alcaldesa). La excepcionalidad cordobesa en este tema, se basaba en una singularidad de origen. El reparto de poder a nivel nacional que se hizo en 1979 tras la integración del PSP en el PSOE, impidió que la lista de Córdoba fuera encabezada ese año por el abogado laboralista Martínez Bjorkman, que entonces era el político socialista llamado a gobernar esta ciudad. Eso provocó cierta confusión y desafección del voto socialista, facilitando la victoria del PCE de Anguita y la permanencia en el gobierno municipal de diversas coaliciones de izquierda, con la excepción de los ya citados gobiernos conservadores de Merino (1995-1999) y Nieto (2011-2015).

Viene bien refrescar esos datos, ya históricos, por varias razones. La primera, por explicar cómo ha sido Córdoba la única capital española de provincias gobernada por el PCE (y luego por IU), incluso en los momentos de máximo auge del PSOE. La segunda razón es para resaltar que la cultura del pacto y la cooperación entre los partidos de izquierda ha sido bastante frecuente en nuestra ciudad. Salvo en los casos de mayorías absolutas (Anguita, 1983), ha funcionado el acuerdo entre ambas formaciones de izquierda, aunque siempre con la hegemonía de PCE-IU por su mayor número de concejales. Incluso, en las primeras elecciones municipales (1979), se formó un gobierno tripartito de coalición entre PCE, PSOE y PSA (Partido Andalucista), que funcionó muy bien, y que puso en marcha proyectos tan notables como la rehabilitación del Gran Teatro o la creación del Jardín Botánico.

La situación de ahora es similar, en cuanto a la necesidad de pactos en la izquierda si quieren gobernar, aunque con dos características diferenciadoras. La primera es que esta vez se ha cambiado el orden en la hegemonía política de la izquierda, ya que es la candidata del PSOE (Isabel Ambrosio) la que ha obtenido más votos y más concejales (7). Si en el ámbito de la izquierda se respeta ese orden, lo normal es que apoyen la candidatura de Isabel Ambrosio a la alcaldía. Sin embargo, hay una segunda diferencia, como es la presencia de un tercer socio (Ganemos Córdoba) en el posible pacto de izquierda, que podría dificultarlo. Ganemos proviene de una cultura política distinta, al ser resultado de movimientos sociales marcados por la participación directa y asamblearia de sus bases sociales, existiendo además cierta desconfianza hacia lo que representan los dos partidos tradicionales.

Por eso, y dando por supuesto el apoyo de IU (incluso con la probable entrada en un gobierno de coalición dirigido por el PSOE), queda la incógnita de saber cuál será la estrategia de Ganemos: si la de facilitar el acceso a la Alcaldía de Isabel Ambrosio o la de dificultarlo hasta hacerlo imposible favoreciendo la continuidad de Nieto. Ese es el dilema de Ganemos.

No parece que el perfil de la candidata socialista (poco identificado con la casta tan vilipendiada por los sectores de los que surge Ganemos), ni su campaña (equilibrada, sin estridencias ni insultos, basada más en reuniones sectoriales que en mítines,...), sean un obstáculo para que Isabel Ambrosio pueda liderar un pacto de izquierda, que, como he señalado, forma parte de la tradición política de esta ciudad. Pronto saldremos de dudas.

* Investigador del IESA