Pues la propuesta no es tan tonta como parece, al contrario, tiene su lógica. Los diputados y diputadas deberían devolver sus emolumentos desde que asumieron sus cargos, ya que ni han gobernado ni han legislado; solo el gobierno en funciones podría mantener la paga, eso sí de nivel bajo, pero creo que ese nivel no debe estar previsto. Lo hemos dicho muchas veces, ellos lo saben, incluso lo prometen cada cuatro años, pero la idea queda en postureo políticamente correcto: hablo de la necesidad, que ya más que necesidad es urgencia, de la reforma radical de la ley electoral y de la inclusión de una segunda vuelta (a las dos o tres semanas) en la que participen los partidos que hubieran alcanzado el porcentaje estipulado, lo que obligaría a todos a acudir de manera clara --y no tapada--, solos o en compañía de otros, a los procesos electorales, y no andarse con componendas chapuceras, imposibles e inviables después del recuento. Las intenciones antes, y claritas. Pero no, aquí es imposible. Da igual quien tenga la mayoría absoluta, porque el ganador siempre cree que lo es por la Gracia de Dios y que es para siempre, o, en cualquier caso, con esos cuatro añillos tienen para ir tirando y el que venga detrás que arree. Luego dicen que decimos de la clase política, pero ya ven, hemos madurado, y excepto Ciudadanos --y encima le han dado hasta en el carnet de identidad-- aquí nadie ha arriesgado ni se la ha jugado; los demás a lo suyo, que es a nada. Y encima le dan la medalla del Trabajo a Méndez y a Fidalgo, en fin, las razones pueden retorcerse lo que quieran, pero va a ser que no.

* Profesor