Fue su voz y su palabra la que inundó las ondas de noticias, en la Córdoba de los años 50, 60, 70, a través de los micrófonos de aquella emisora mágica, con sus primeras siglas EAJ-24, Radio Córdoba. Ayer, al anochecer, despedíamos a Rafael López Cansinos, el querido compañero y amigo, en la capilla del tanatorio, encomendando su vida al Altísimo --palabra que él utilizaba con frecuencia para referirse a Dios--, para que esa fe que había marcado siempre su vida culminara en la plenitud de su existencia en la intimidad con Dios, como nos definiera hermosamente el «cielo» san Juan Pablo II. Conocí a López Cansinos en mis primeros pasos radiofónicos, sustituyendo al entonces vicario general de la diócesis, Juan Jurado Ruiz, quien, puntualmente, todos los sábados, ofrecía su charla religiosa ante los micrófonos de Radio Córdoba. Rafael me introdujo en la profesión, en el ambiente, en el ancho campo de las noticias y de aquellos nombres tan admirados como los de Paco Vargas o Pepe Anta. Su tarea, entonces, abarcaba todos los campos de la información: las noticias de cada jornada, las retransmisiones deportivas, las crónicas y entrevistas, su corresponsalía del diario ABC, durante tantos años, y luego, las diferentes tareas informativas, su especialidad en el mundo del motor, que ha reflejado en las colaboraciones de nuestro periódico, junto a los años como jefe de prensa de Cajasur. Sus compañeros y amigos le despedíamos ayer, junto a sus hijos y familiares, con dolor pero no con tristeza. López Cansinos fue la voz de una Córdoba difícil, en años difíciles, siempre en primera fila, con una profesionalidad inmejorable, con una entrega sin límites a sus trabajos radiofónicos. Guardaba en su corazón, no solo viejas noticias sino entrañables paisajes humanos, a los que ofreció sus mejores sentimientos. Su voz ante los micrófonos, su palabra diáfana en tantas presentaciones de actos sociales, sus crónicas y articulos en las páginas de los periódicos, su hondo sentido de la vida, derramada en los caminos del humanismo cristiano, que supo recorrer con generosidad y vitalidad, forman ya parte de la historia de Córdoba, de los entresijos de esta ciudad, a la que López Cansinos entregó su mejor versión y sus múltiples quehaceres. En el centro de mis sentimientos de entrañable afecto, me gustaría colocar estos versos preciosos y delicados: «Día y noche, querido Rafael, la canción sin fin de tu muerte se levanta como el mar alrededor de la isla soleada de tu vida».

* Sacerdote y periodista