Decepcionante cumbre de la Unión Europea la de la semana pasada. En la parte positiva, la constatación de que las conversaciones sobre el brexit avanzan lo suficiente para iniciar la segunda fase. El resultado sobre el resto de cuestiones que había sobre la mesa entra en el balance negativo. Lo peor ha sido la vergonzosa respuesta dada al tema de la inmigración en un momento en que se nos ha revelado con meridiana claridad la barbarie en forma de esclavitud, de tráfico de personas, de violaciones de todo tipo, en territorio libio, aunque no solo allí. Nunca se podrá decir que no se sabía lo que está ocurriendo al otro lado del Mediterráneo. Pero los líderes europeos han preferido ignorarlo antes que hacer un esfuerzo solidario. Un mal resultado de esta discusión ha sido la división en la cima de dos instituciones europeas, la Comisión con Jean-Claude Juncker defendiendo las cuotas, y el Consejo con Donald Tusk descalificándolas. Tampoco se ha caminado hacia la reforma del euro que ha quedado para una nueva cumbre y supeditada a acabar la unión bancaria. La debilidad de Ángela Merkel en Alemania se deja sentir con fuerza en la UE.