Interés general. Es decir, aquello que persigue el bien común, el bien público, que beneficia a los ciudadanos. Si repasamos el listado de oenegés, lo vemos claro. Desde Médicos sin Fronteras a Save The Children. Son muchas, muchísimas. Leemos sus nombres e incluso podemos visualizar su labor. Su ingente labor. Sin ellas, sabemos que el mundo sería peor. Podemos apoyarlas. Con nuestras manos, con nuestro tiempo o, también, con nuestro dinero. Si esta es nuestra opción, desgravaremos además por la aportación. Solo hay un requisito formal para que el ejercicio sea legal, la fundación no debe tener ánimo de lucro y tiene que responder al interés general.

Interés general. Volvemos a repasar la lista. Está claro. Hasta que, de repente, topamos con un nombre. Con un hombre. Francisco Franco. ¿Qué hace el verdugo en la lista de las causas de interés general? ¿A qué particularísimo interés responde una fundación dedicada al ensalzamiento de un dictador, nido de ultraderechistas y azote de la memoria histórica? ¿Cómo 847 personas han obtenido beneficios fiscales por apoyarla?

Ahorrémonos tentaciones supremacistas, esto no es España. El PSOE, primero en el Congreso y ahora en el Senado, y Podemos han presentado sendas propuestas para acabar con el despropósito. No, no es España, es una derecha caduca prisionera de un pasado de infamia. Exaltar a Franco desgrava. Y, sobre todo, nos degrada.

* Escritora