Treinta y dos días de competición y 64 partidos han coronado en Rusia a Francia, que sucede en el palmarés del Mundial a la Alemania de Brasil 2014. El fútbol tremendamente sólido, eficaz más que brillante, de la selección de Didier Deschamps le dio el éxito ante la aguerrida Croacia, un equipo de un país de solo cuatro millones de habitantes, y apenas 80.000 licencias de futbolistas, que ya había hecho historia solo con llegar a una final de Moscú en la que lo tuvo todo en contra.

Fue el triunfo de un combinado que no cautivó, con un modelo de juego conservador y pragmático, pero que sí logró resarcirse del enorme fiasco de la Eurocopa del 2016, tras perder en casa la final ante Portugal. El triunfo ha sabido, con estos antecedentes, más dulce a los galos. Fue también el de Rusia el Mundial de la llegada del videoarbitraje (VAR), decisivo de nuevo en el último partido con un discutido penalti que el árbitro argentino Néstor Pitana concedió a los franceses tras una meticulosa consulta de las repeticiones. El VAR ha demostrado ser una herramienta muy útil para evitar errores arbitrales, aunque no librará de las polémicas, pero cabe esperar una implantación progresiva para evitar triquiñuelas y argucias que no solo se producen dentro del área.

Fue también un Mundial sin grandes novedades tácticas y con mucho goles a balón parado, y que ha puesto de manifiesto un incipiente cambio de guardia en el trono de las grandes estrellas. No brillaron --con distinta graduación-- Messi para Argentina, ni Cristiano para Portugal o o Neymar para Brasil, sino otros nombres de un segundo escalafón. Futbolistas que pusieron su juego al servicio del conjunto, como ha sucedido con los finalistas o con Bélgica, tercer clasificado. Estas formaciones trasladaron un positivo mensaje de equipo que refuerza los mejores valores de la competición. También fallaron las selecciones favoritas en los pronósticos, como es el caso sobre todo de Alemania, apeada ya en la primera ronda, Brasil o la propia España. La selección española, que evidenció el declive iniciado en Brasil 2014, se vio además afectada por la enorme convulsión que provocó la destitución de Julen Lopetegui, días antes del debut, después de que el Real Madrid anunciara su fichaje. España se lleva un premio de consolación, pero, al tiempo, muy positivo: el de Fair Play, por su deportividad en el campo.

Vladímir Putin, por último, pudo sacar pecho de un Mundial de excelente organización, sin incidentes provocados por hooligans, algo insólito en los últimos años, y con una extrema seguridad que dio resultado. Eso sí, no le libró de presenciar una invasión de campo en la final a cargo de integrantes de Pussy Riot, el colectivo feminista contestatario con su política.