En plena polémica sobre el uso del burkini en las playas francesas, el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, abrió ayer una serie de consultas con diferentes personalidades, entre ellas representantes del Consejo Francés del Culto Musulmán, para tratar de encauzar lo que las autoridades definen como «un islam de Francia», que sustituya al «islam en Francia», es decir, para que la religión musulmana se integre en el respeto de los valores de la República y no dependa de nefastas influencias exteriores que promueven el fundamentalismo y las prácticas más retrógradas de esta religión.

El empeño es tan encomiable como difícil. Los inicios no son prometedores, sobre todo porque para presidir una de las dos nuevas instituciones, la Fundación para el Islam de Francia, se propone al exministro socialista Jean-Pierre Chevènement, reputado por su jacobinismo y su soberanismo a ultranza. Antes de tomar posesión ya ha encendido los ánimos al defender el uso del burkini, pero también a los alcaldes que lo han prohibido aduciendo razones de «orden público», al tiempo que pedía a los musulmanes «discreción» en público.

La fundación pretende, como ocurre con organismos similares judíos o protestantes, impulsar proyectos en los campos de la cultura, la educación o la juventud, colaborar en la formación profana de los imanes e investigar sobre el islam. Entre ellos, la formación de los imanes con el objetivo de que hablen francés y conozcan los supuestos de la civilización occidental en la que viven estos ciudadanos de religión musulmana, «con un bagaje teológico solido, capaz de dirigirse a los fieles con pleno conocimiento de la sociedad en la que viven», según los objetivos del Gobierno francés, que no interferiorá en cuestioones teológicas, pero sí desea que se conozcan los valores laicos de la república y se respeten. Pero la aportación pública será muy modesta, mientras que la otra institución, que aspira a impedir que mezquitas es imanes dependan de financiación exterior, tampoco podrá recibir fondos públicos porque la ley de 1905 de separación de la Iglesia y el Estado impide la financiación de religiones. La primera iniciativa similar, del 2005, ha sido inoperante.

A estos antecedentes que no invitan al optimismo se suma otro factor: la campaña para las presidenciales del 2017 y las primarias para elegir al candidato de la derecha, fijadas para noviembre, que serán una subasta de iniciativas a cual más islamofóbica. Nicolas Sarkozy quiere cambiar nada menos que la Constitución para prohibir el burkini, dentro de su idea de acercarse o incluso desbordar a Marine Le Pen en el tema de la inmigración. La decisión del Consejo de Estado sobre el burkini ha aportado sentido común al debate, pero es de temer que los políticos no van a hacer mucho caso a los jueces. H