No es la primera vez que el independentismo acude a Fráncfort. Desde la presencia en 2007 de Cataluña como región invitada, cada año se ha venido celebrando en su Feria del Libro, una de las más importantes del mundo, un «brindis catalán». Viendo el panorama, entre ridículo y desalentador, no puede extrañarnos que este año haya incluido la lectura de cierto manifiesto sobre la situación en Cataluña, con sendas copias en inglés y alemán, que son los idiomas a los que aspira el independentismo. Así la Associació d’Editors en Llengua Catalana, una de las entidades participantes junto con el Gremi d’Editors de Catalunya, la Generalitat, el Institut Ramon Llull y el Ayuntamiento de Barcelona, reunidos en el pabellón conjunto de Cataluña y Barcelona en la Feria del Libro de Fráncfort, a través de dicho manifiesto, han denunciado las acciones violentas de la policía española y han pedido que el conflicto se solucione «a través del diálogo». A partir de ahí, algo que casi todos podríamos afirmar: «La diversidad cultural, lingüística y nacional es inherente a la condición humana. La diversidad comporta diferencias y ésta es justamente la riqueza de una sociedad plural. Pero cuando las diferencias derivan en conflicto se han de resolver de manera pacífica, por medio del diálogo, que es el instrumento más poderoso para el entendimiento y la concordia». Luego, el habitual repaso parcial a la historia de España para acabar en uno de los argumentos más recientes: «El pueblo catalán defendió su derecho a voto de forma pacífica y democrática y la respuesta de la policía española fue altamente represiva y violenta, con el resultado de más de 800 personas heridas», manifestando «el rechazo más enérgico a todo tipo de violencia» y su fe en «la fortaleza de la palabra».

Todo queda bien sobre el papel. Pero cuando la tinta se vuelve carne y voz nos encontramos con la realidad. Así, puestos a denunciar las acciones violentas, también me habría gustado la lectura de un manifiesto semejante --con sus correspondientes copias en alemán y en inglés- cuando los Mossos d’Esquadra, siguiendo las órdenes del entonces conseller Felipe Puig y el president Artur Mas, cargaron salvajemente contra los manifestantes pacíficos del 15-M en la plaza de Catalunya, en 2011. Aquellas cargas fueron bestiales, pero nadie se quejó ni hubo indignación internacional, y mucho menos independentista: lo ordenaba el Govern y eran los Mossos los que repartían candela. Tampoco recuerdo ningún manifiesto en Fráncfort por cada uno de los escándalos por brutalidad policial y varios fallecimientos en extrañas circunstancias, con vídeos caseros que corroboraban el salvajismo policial, como la del empresario del Raval muerto literalmente a porrazos. Claro que todos los excesos y abusos son despreciables: pero cuando se hace política y demagogia con ellos, condenando unos y silenciando otros, nos acercamos al espíritu de este manifiesto, cargado de una presunta bondad con las palabras nobles, pero emponzoñado desde su comienzo por el doble rasero que utiliza.

¿«La diversidad comporta diferencias y esta es justamente la riqueza de una sociedad plural»? Que se lo digan al periodista alemán que en junio de 2007, cuando Cataluña era la región invitada en la Feria de Fráncfort, firmó una información para el diario Frankfurter Allgemeine preguntándose si Cataluña enviaba un «equipo de segunda», después de las ausencias de Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Enrique Vila-Matas, Javier Cercas, Carlos Ruiz Zafón o Enrique de Hériz. ¿La razón? Que con la llegada de Josep Bargalló a la dirección del Institut Ramon Llull, los autores catalanes que escriben en español fueron excluidos de la invitación institucional. Así que de «riqueza en una sociedad plural», nada. Lo explicó mejor entonces Carod-Rovira, calificando el asunto en términos que le debían de resultar afines: «La polémica es totalmente imbécil. Si la cultura alemana fuera invitada a una feria del libro tampoco permitirían que fueran autores alemanes que escriben en turco». Talento para las analogías, no debía de tener: porque equipar el turco en Alemania, al español en Cataluña es una falsedad. Y siguiendo sus términos, una imbecilidad que sobrecoge.

De esto venimos. De las exclusiones. De la confrontación. De las subvenciones para quienes contribuyan a la construcción de una identidad nacional que discrimine a la mitad de la población. De la pérdida de esta riqueza compartida que una vez fue real. ¿Diálogo? Sí. Pero no con tahúres.

* Escritor