Terminó la Feria de Mayo, que ha sido, en su conjunto, una buena feria, sin incidentes de gravedad --salvo el incendio de la caseta de la Peña Fosforito-- y con una razonable organización del ocio y el disfrute de miles de personas. Incluso las inclemencias del tiempo se han sorteado sin excesivas molestias, y la seguridad, punto caliente de este tipo de eventos, se ha garantizado, con un mínimo de agresiones y riñas. Una buena feria que termina, sí, pero que ha arrastrado los defectos e inconvenientes que duran demasiados años en El Arenal, y que es preciso afrontar ya, una vez que se ha decidido que no habrá mudanza y que seguirá celebrándose en el recinto actual.

La Feria de Nuestra Señora de la Salud ha cumplido ya 25 años en su actual emplazamiento, pero persiste en ella una indefinición que le resta personalidad y empuje. Es, sí, una feria abierta, y debe seguir siéndolo, pero para que las organizaciones que ponen casetas se sigan esforzando en hacerlas bellas y acogedoras, hay también que garantizar a los asistentes y socios que podrán disfrutar de ese entorno que contribuyen a crear con su trabajo y su dinero. En ese sentido presionan las casetas tradicionales y populares, y sigue abierto el debate. ¿Cómo hacerlo? El sistema actual de medir en tiempo --con el día del socio, conciertos o cenas-- el uso privado se presta a malentendidos y cierta picaresca. Quizá fuese más eficaz medirlo en espacio, es decir, que los socios siempre tengan posibilidad de pasar el rato cómodamente de sus casetas, tal vez creando espacios privados en las mismas. Esto añade claridad y no perjudica el aspecto abierto de la feria. Y sitio, desde luego, hay de sobra en El Arenal.

Junto a ese tema de tan largo debate está el de la «sostenibilidad» de las casetas. La inversión en montaje y desmontaje se calcula este año en torno a los 3,8 millones de euros. Un gasto efímero de un dinero que podría irse destinando a estructuras fijas, bien con lo indispensable (cableado, red de saneamiento), bien con una construcción completa. Como nota al margen, habrá que pensar en cómo vigilar esas construcciones tan tentadoras para los especialistas en robo de cobre y metales. Y volviendo a la idea general, definir cómo hacerlo, puesto que el terreno no es en propiedad, exigirá diálogo y consenso sobre cómo llevar a cabo lo ya acordado entre el Consejo del Movimiento Ciudadano, las asociaciones y el Ayuntamiento. Puede ser complicado, pero dedicar esfuerzo a una buena definición de la feria es trabajo ganado para el futuro. La mejora del recinto, la pavimentación, las anheladas sombras, la creación de un paseo de caballos en condiciones, el control de las crecientes casetas «disco» y una solución para el bochornoso botellón son asuntos que competen al Ayuntamiento de Córdoba. Hay mucho trabajo por delante para convertir los acuerdo en hechos. No conviene dejarlo --otra vez-- para el último momento.