La Feria es un estilo de ver y vivir la vida durante unos días que va cambiando según la edad y la compañía. No es lo mismo aquella Feria de Fanta y patatas fritas en la terraza de arena del bar de Rufo de Villaralto con tus padres al lado, que aquella del Paseo de la Victoria en la que Alberto el Verde (Almansa) vendía productos ecológicos al final de los jardines, cerca de La Pérgola, por donde se movía Antonio Perea Cahue, casi al lado de la caseta de las valquirias de Alianza Popular. Es que no puede ser lo mismo aquella Feria en el corazón de la ciudad, por donde está instalado ahora el Mercado Victoria, en la que la democracia municipal se hizo con el césped y los jardines de la zona, que los repartió entre quienes solo habían pisado matas de yerba hasta el momento. Ahora muchos echan de menos la cercanía de aquella Feria que, evidentemente, nunca volverá pero más que por el lugar por la edad que se tenía. Un tiempo en que un pollo asado y un plato de pimientos en la Caseta Municipal eran una exquisitez hasta ideológica, que hasta ese momento la Dictadura había sido la dueña de todo, incluida la Feria. Ahora la Feria lleva 25 años en El Arenal, que se nos han ido amontonando en las sienes, el cuello y a veces en las piernas. La edad. Por eso paseas por el Real con tranquilidad y casi parsimonia antes del encendido oficial y de los fuegos artificiales, que una vez en el cielo dibujan con colores una historia de imaginación solo alcanzable a esas alturas. La Feria comienza en el minuto uno del sábado, recién terminado el viernes, cuando el ocaso y el alba se funden en una irrealidad solo posible para feriantes entregados. Esta Caseta Municipal no tiene la personalidad de aquella del Paseo de la Victoria pero la salvan los conciertos. La banda Wolf Star estrena este tiempo de sonidos sin descanso con un protagonista que vengo saludando en el portal del bloque desde los tiempos en que mi hija le hizo una entrevista: Mikel de la Riva, El Hombre Gancho, que algunas veces le cocina a su madre. A la noche siguiente, La Banda Sureña, que descubrí en aquellos escenarios de la Feria en el corazón de Córdoba, me recuerda que Paco Récord --cuyo hijo, Paco Récord Jr, fue a la escuela con mi hija-- vivió en mi calle. Lo mismo que Cristina, de Fuel Fandango, que la noche del martes actuó de DJ en una caseta del Real, El Capirote, y cuando chica celebró cumpleaños con mi hija. La Feria es un estilo de ver y vivir la vida durante unos días que va cambiando según la edad y la compañía. Ahora nos llevamos a ella una edad crecida, que antes nos la aminoraban la juventud o niñez de los artistas de mi calle.