Hace pocos días se celebró el 60 cumpleaños de la Unión Europea (UE). Esta nace en 1957 con la firma del Tratado de Roma por Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, constitutivo de la Comunidad Económica Europea, con un objetivo muy concreto: que Europa dejará de provocar Guerras Mundiales uniendo sus intereses económicos y sociales. A partir de ahí, primero se fomenta el desarrollo económico apoyando la agricultura, algo lógico si se piensa en las hambrunas durante y tras la II Guerra Mundial así como en el potencial agrario francés, y eliminando los aranceles entre los países miembros; luego, se refuerza el apoyo a la creación de infraestructuras y empleo, además de la fundamental libertad de circulación de personas y capitales que se alcanza en 1993, mientras se siguen incorporando países; y, finalmente, se llega a la Unión Económica y Monetaria, es decir, el euro aparece en nuestros bolsillos en enero de 2002 y se realiza la cesión de la política monetaria al Banco Central Europeo, algo que han hecho 19 países de los actuales 28 y abarca a unos 338 millones de ciudadanos. Y a partir de ahí, pues se habla de que la UE llega a este cumpleaños en su peor momento, pero ¿puede ser esto cierto? Es verdad que existen problemas como el Brexit, la crisis griega, la radicalización de algunos partidos políticos, la crisis de refugiados y con Turquía, los desvaríos rusos, la amenaza del terrorismo islámico, la Europa de dos velocidades, etc. Sin embargo, ahora resulta que la integración europea ha sido un camino de rosas, siempre nos hemos sentido todos europeos, nunca nadie ha querido salirse, los europeos del norte siempre han estado felices con los del sur, y nunca se ha pasado por dificultades ¿en serio?

Las crisis económicas se han sucedido a lo largo del pasado siglo, entre las más famosas están las crisis del petróleo de los años setenta que provocaron una crisis de confianza en el sistema económico de intervencionismo estatal debido a sus consecuencias en términos de recesión económica (incluyendo desempleo y aumento de deuda pública), hablándose de un sistema ya acabado que dio lugar a una época de liberalización económica con Thatcher y Reagan a la cabeza. Europa respondió intentando estabilizar los tipos de cambio, incorporando nuevos países y creando el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, además de firmar el Acta Única Europea en 1986 por la que se pretendía alcanzar el objetivo de crear el mercado interior. Luego vinieron las crisis Latinoamericanas, la escandinava, la de Japón, la de los tigres asiáticos, la rusa, la argentina, la de las puntocom... pero la integración europea continuó. Y quizás hay está la clave, ante problemas se ha respondido con más Unión y más Europa, de forma más o menos acertada pero dando lugar a mayor bienestar económico, algo que no está sucediendo ahora.

El futuro de la UE, que es nuestro futuro, pasa por: replantear dónde queremos llegar a largo plazo y redefinir objetivos para que sean acordes con el interés general de la sociedad, incorporando aspectos sociales y laborales; continuar con los procesos de convergencia económica que son los que llevan a la convergencia social; fortalecer la unidad de mercado e incluso la fiscal, rota en muchas ocasiones por los reinos de taifas que estamos creando denominados regiones; despolitizar los procesos de integración, lo que incluye que los políticos nacionales asuman sus responsabilidades y dejen de acusar a la UE de ser la culpable de todos los males de cada país; remodelar las instituciones europeas, eliminando aparato burocrático y dotándolas de agilidad en la toma de decisiones; materializar las exigencias de responsabilidad política para todos los países; enfrentar los desafíos de los procesos migratorios; y, en definitiva, reinventarnos y resurgir. La gran duda es si los políticos actuales están a la altura de Adenauer, Churchill, Mansholt, Monnet y otros del mismo estilo que estaban por aquí en 1957.

* Profesora de Economía. Universidad Loyola de Andalucía