Hace algunos años --bastantes, para ser exactos--, llevé a mi madre a ver la visionaria función de Albert Boadella Ubú president, en la que en 1981 ya denunciaba lo que después de 30 años ha sido público y notorio: el saqueo de Banca Catalana. Como vds. sabrán, si han visto el espectáculo que Boadella ha remontado hasta en tres versiones, la obra es una sátira durísima y cachondísima de la hégira del honorable Jordi Pujol al frente del Gobierno catalán. Con excepción del algunos nacionalistas que abandonaban la sala, pues la función la vimos en Barcelona, allí todo el mundo se reía y se solazaba con las chanzas de unos excelentes actores y de un cráneo privilegiado que teje sus espectáculos entre la rabia y la idea. A la salida del teatro una compañera le preguntó a mi madre, mujer de pueblo que solo abandonó este siguiendo a sus hijos o para visitar alguna familiar enfermo, que si le había gustado la obra. Respondió entonces la que me parió que sí, «que le había gustado muchísimo porque el fulano no era nada suyo». Sin saberlo, mi madre estaba haciendo un ejercicio de empatía, algo de lo que ahora andamos tan escasos. Les cuento esta experiencia tan personal, discúlpenme, para explicarles por qué no estoy de acuerdo con esta corriente de solidaridad con Valtonyc que la progresía ha puesto en marcha en este país. No conozco las canciones del rapero Valtonyc, ahora en búsqueda y captura, tras su huida a Bélgica para escapar de la justicia española que lo quiere entrullar por las ofensivas letras de sus diatribas contra el Rey, los guardias civiles, el himno, la bandera y el sursum corda. Son palabras tan soeces que nadie medianamente educando diría en voz alta, y yo no pienso repetir aquí. Estoy convencido que de no haber procesado a Valtonyc muy poca gente se habría enterado de su existencia pero, como en tantos casos, el exceso de celo de algunos jueces ha convertido a un cretino en héroe. Y luego, puesta la maquinaria mediática en marcha, viene la ola gregaria que entona la cantata de la libertad de expresión herida. Me gustaría que todos los que hoy están de parte de Valtonyc, se manifiestan y firman en su defensa, pensarán por un momento cómo actuarían si en lugar de ser el rey, un diputado del PP, una víctima de ETA o un agente de seguridad fuera su nombre o el de un familiar suyo los que pringara el rapero con sus insultos y ofensas ¿Se reirían tanto con sus creaciones? ¿le harían palmas? o ¿reclamarían un mínimo derecho a no ser ofendidos en público impunemente? Adherirse a cualquier desalmado sale gratis y hasta resulta divertido; a ver si alguna vez se mueven estos adalides de la libertad para defender a un guardia civil que vestido de paisano sale a tomar un aperitivo con su novia y son apaleados ambos por tan provocadora afrenta.

* Periodista