Con aliento y contra la resistencia del tiempo y de los obstáculos el comisario ha conseguido que recordemos nuestra pasada guerra civil de modo visual y equilibrado. En una exposición, que demanda nuestra reverencia, don Juan Manuel Fernández Delgado ha expuesto rasgos y hechos de aquella guerra civil en Córdoba con maestría y pulcritud. Al percibir planas de periódicos, fotografías, bandos, portadas de libros se recupera emocionalmente nuestra fatídica historia. La simple y ordenada exposición de documentos y fotografías los hacen más valiosos y hermosos.

Esa guerra fue calvario en la que ningún bando ciñó corona alguna. Negro con negro enmarcan las fotografías, sepia con sepia lucen las planas periodísticas sobre los paños del salón para indicarnos lo que fue aquella Córdoba amortajada que incurrió en odios entre sus paisanos.

Juan Manuel Fernández nos trae la lejanía de aquel nefasto ocaso, de nubarrones, saqueos, redadas, bombardeos y de malos vientos que no fueron escuetos. En la exposición se contempla aquella guerra de nuestros antepasados en la que todos se quedaron sin diadema. Ambos bandos adoraron a un Dios de pólvora y de piedra.

Esa exposición es posada de nuestra guerra donde se nos ofrece un pan para no volver a comerla. También es hospitalidad que se ofrece a descendientes de vencedores y vencidos porque la sangre debe irse hacia el Oeste y su contemplación tiene que ser nuestra estrella para no reincidir en fratricida querella.

Esa guerra derramó todo tipo de sangre y fue de nuestra libertad sepulturera. He ido, una y otra vez, a verla desde Peñarroya a Cabra para releer las versiones de la prensa en las campiñas y en nuestras sierras.

José Javier Rodríguez Alcaide

Córdoba