Tras la última tragedia en el Mediterráneo --la peor por el número de desaparecidos en el mar-- los líderes europeos parecen seguir sin entender la verdadera magnitud de lo que está ocurriendo en la otra orilla. Las promesas de acciones de envergadura hechas antes de la cumbre de urgencia del jueves pasado se han traducido en un parto de los montes. Triplicar los fondos de la operación Tritón dedicada al control fronterizo hasta los 120 millones no es más que volver a la situación anterior a dicha operación, cuando existía la misión de rescate Mare Nostrum, que fue sustituida porque se aseguraba que ejercía un efecto llamada. El número de muertos, desaparecidos y rescatados desde que aquella misión fue cancelada demuestra el error de aquella apreciación, pero los millones asignados ahora no van a detener el flujo como no lo hicieron en el pasado.

Una segunda medida tomada ahora en Bruselas es la promesa de apoyo financiero a Túnez, Egipto y Sudán para controlar sus fronteras. Esta medida puede tener un efecto momentáneamente positivo vista desde Europa, pero hay el riesgo de generar desestabilización en las fronteras de estos países, ya de por sí inestables, donde se concentren bolsas de inmigrantes en tránsito. El control de unas fronteras tampoco detendrá ni a las mafias ni a quienes están dispuestos a servirse de ellas para escapar del conflicto. Si se cierra una puerta, otras se abrirán en otros lugares porque el fenómeno no se va a detener mientras existan situaciones que generen el éxodo masivo. Que la UE aumente en 5.000 el número de refugiados acogidos procedentes de los campos gestionados por ACNUR (el año pasado fueron 7.600) cuando solo la guerra de Siria ha generado cuatro millones de desplazados es de una cicatería y una falta de ambición alarmante.

Es la misma falta de ambición política que ha llevado a Europa a adoptar una pésima política de vecindad, ya sea con relación a Libia, a Siria, o a las demás países que soñaron con que un cambio era posible. Ahora está pagando las consecuencias de ignorar la realidad y de no prestar un apoyo real y realista a estos difíciles vecinos del sur. Saludar como una gran noticia que países siempre evasivos a la hora de contribuir o facilitar medidas de salvamento como son Alemania o el Reino Unido estén hora dispuestos a una colaboración más positiva debe ser bienvenido, pero sigue diciendo muy poco de estos países y de Europa en general, una Europa que parece convertirse cada día más en un club excluyente que carece de altura de miras y va perdiendo capacidad de influencia internacional.