El pasado mes el Consejo de la Unión Europea autorizó a Lituania a incorporar su moneda, el lita, al euro a partir del 1 de enero del 2015. Y se preguntará el lector: ¿a quién se le ha ocurrido la genial idea de incorporarse a una moneda única, que está en la base de la crisis de unos cuantos países, incluido España? ¿Es que Lituania se cree que está en mejores condiciones de estabilidad monetaria y flexibilidad de sus mercados como para evitar que les ocurra lo mismo que nos sucedió a nosotros?

Bueno, supongo que el Gobierno, el Parlamento y el banco central de Lituania no ignoran dónde se están metiendo, cuáles son los problemas con que se encontraron los países que les precedimos, y cuáles fueron las consecuencias de nuestros errores. De hecho, desde que comenzó la crisis financiera han entrado también Eslovaquia en el 2009, Estonia en el 2011, justo después del rescate de Grecia e Irlanda, y Letonia este año, poco después de la grave crisis chipriota. Si todos ellos han decidido dar el paso, algo bueno han debido ver en la moneda única, ¿no?

Supongo que han visto, más o menos, lo mismo que vimos nosotros. Una historia de estabilidad macroeconómica, que ha sido importante para todos los países periféricos. Una libre movilidad de capitales, que se suma a la de bienes, servicios y personas, de las que ya gozaba Lituania, y esos capitales permiten nuevas inversiones, claves para el crecimiento del país. Un comercio intraeuropeo facilitado por la supresión de los costes de transacción de las monedas, que se suman a la eliminación de las trabas arancelarias.

También unos tipos de interés más bajos, fruto de la desaparición de la prima de riesgo por la posible devaluación de su moneda, que es la otra cara de la libre entrada de capitales. El acceso a los fondos del Banco Central Europeo, así como la supervisión directa de los grandes bancos lituanos. Y, como en el caso de España, supongo que los nuevos socios han valorado mucho la presión política de la zona euro para obligarnos a cumplir los objetivos fiscales, monetarios y de estabilidad bancaria.

Nosotros nos beneficiamos de la entrada en el euro en una época en la que las condiciones económicas eran muy buenas: estabilidad acentuada, optimismo, oportunidades de negocio, abundancia de fondos buscando rentabilidad en nuestro país, crecimiento sostenido... Lituania entrará con otras ventajas. Porque la Unión Económica y Monetaria europea ha experimentado cambios importantes, que pretenden resolver o, al menos, mitigar los errores del pasado.

En efecto, ahora estamos más cerca de la Unión Bancaria, que tiene que facilitar la supervisión de las instituciones financieras, una mecanismo común (todavía no diseñado) para la resolución de los problemas de la banca, un sistema integrado (también en construcción) de seguro de depósitos y una actuación más decidida del Banco Central Europeo como prestamista de última instancia. Todo esto son cosas que hemos aprendido en la crisis de los últimos años y, aunque no hemos sido capaces de llegar a una solución definitiva, con un poco de optimismo podemos esperar que sigamos avanzando por esa senda. Todo eso se encontrará Lituania, y queda mucho que andar, todavía, hacia la Unión Fiscal, y más aún hacia la posible, pero no probable, Unión Política.

Por su tamaño, Lituania no ha de ser un socio conflictivo. Lo que sí podemos recomendarle es que tome buena nota de los problemas que tuvimos otros antes, problemas muy distintos entre sí, pero todos graves, y que eviten en lo posible incurrir en los mismos, cosa que, se supone, nosotros hemos hecho. También las autoridades de la zona euro y del BCE deben tener en cuenta esos problemas.

La verdad es que no tengo demasiada confianza en que tanto los países como los gobernantes hayamos aprendido todas las lecciones. Por poner un ejemplo, seguimos adictos al dinero barato para superar la crisis; no es mala política, a corto plazo, pero me parece que no tenemos suficientemente en cuenta sus costes a largo plazo, y la necesidad de otras metidas, a nivel nacional o europeo. La entrada de Lituania, que eleva a 19 los países miembros de la zona euro, traerá consigo un cambio institucional. Según el Tratado de la Unión Europea, cuando el número de bancos centrales presentes en el Eurosistema supera los 18, cambia el sistema de un país, un voto por otro rotatorio. La zona euro se dividirá en grupos, según el tamaño de los países; España formará parte del grupo de países grandes, con Alemania, Francia, Italia y Holanda; entre ellos contarán con cuatro votos en el Consejo del Eurosistema; los otros 14 bancos centrales se repartirán 11 votos, por rotación mensual.

* Profesor de IESE