Estólido/a, sandio/a, lerdo/a, zote/a...; o sea, tonto/a. Si sigo poniendo acepciones, ocupo todo el artículo y no digo nada; hago el ídem. Crecen como hongos. Tienen una idea fija, porque poseen una sola neurona, pero la emplean sin descanso en esa idea fija, de día, de noche, cuando van al baño, cuando duermen; hasta durmiendo hacen tonterías. En la insaciable oquedad de su cerebro, no conocen la soledad, ni la melancolía, ni la tristeza. Son como esas lechugas, que empieza uno a quitarle hojas podridas hasta acabar por tirarlas enteras. Son muy muy peligrosos/as, porque se creen el poder, y no se ven marionetas visibles del Poder invisible, y cumplen a rajatabla según le mueven los hilos. Son ellos/as mismos/as perpetuamente ensimismados/as en sí mismos/as. Por eso cuanto más es su estupidez, más quieren hacer cosas. Su destino, según su vacío cósmico, es arreglar el mundo, que sólo es el mundo de su mirada perdida. Se cargan todo lo que tocan y se quedan tan contentos/as, y, como lo han hecho tan bien, se van a cargarse otra cosa. Leen siempre el mismo libro, porque no pasan de la primera página. Presumen de saber de todo, de lugares, vinos, restaurantes, comidas, coches, ropa... Están a la última y más allá de cualquier conversación. Si van a un concierto, empiezan a tararear la música o a mover la mano como si dirigieran. Si van a aprender algo, ya lo saben. Hablan y hablan, porque no dicen nada. Por eso son incasables en sus discursos. Así, por ejemplo, declaran: «Era de noche y sin embargo llovía», pero muy serios, muy sesudos, y siguen y siguen con su verborrea de carraca. Tienen un tics con el pelo, o con la boca, o con las manos; y toda una exposición de gestos, posturas y señales. Su mueca de tonto/a se confunde con una sonrisa. Si se ponen ante un espejo, no se ven, porque ellos/as son el cristal, el marco y la perspectiva; así que se miran sin mirarse en los escaparates, las vitrinas, los vasos, las copas, las cucharas y hasta en el reflejo de los charcos. Porque son dioses/as de la nada, y contagian y se aplauden en cada coro de modelos de sí mismos/as. Seguro que si alguno/a leyese estos renglones sonreiría con sarcasmo, miraría a su alrededor y pensaría: «¡Es verdad! ¡Cuántos/as tontos/as hay! Hasta este artículo es una tontería».

* Escritor