Lejana niñez. Tostadas y colacao sobre la mesa de la cocina, zapatos Gorila recién lustrados. La chiquillería desayuna mientras suena Radio Hora, EAJ2: «Las siete y veinticinco. Niños, el cuento corto de hoy». Dos locutores se alternan para soltar noticias breves, decir la hora exacta casi a cada minuto y entreverar el cuento con los anuncios: «Cuide su cristalino en óptica San Gabino». A veces da tiempo de escuchar el final. Otras salen corriendo para el colegio sin escuchar en qué queda «el cuento corto de hoy».

Son los primeros recuerdos de la radio, las frases repetitivas memorizadas en la mente infantil. Y volver de las clases por la tarde, la madre cosiendo. Los deberes escolares en la cocina, la gran mesa despejada, tomada por los lápices y los cuadernos, y la radio, muy bajita, tanto que no recuerdas el programa, aunque sabes que no era la señora Francis ni nada que no fuera de provecho. ¡Menuda es el ama de esta casa! Por la mañana, Luis del Olmo, la melodía que pueden tararear sin problemas varios millones de españoles… Y los domingos por la tarde, volviendo a casa, el Carrusel Deportivo y el atasco. Avanzan los años: sesiones de blues y jazz mientras repasa los apuntes cuando irrumpe la madre agitada, ¡ha pasado algo muy grave en el Congreso! Sí, el 23-F en la radio, luego José María García retransmitiendo el golpe como un partido de fútbol. Y la puesta en común al día siguiente en la facultad, entre estudiantes de toda España que han tenido que llamar a sus casas para tranquilizar a unos padres asustados.

Ayer se celebró el Día Mundial de la Radio, el medio de comunicación tantas veces sentenciado (la tele, el vídeo que mataría su estrella, según cantaban The Buggles en los ochenta, irónicamente en uno de los primeros videoclips que se recuerdan) y nunca vencido. La radio, inserta en nuestras vidas, mientras conducimos o cocinamos, cuando paseamos o hacemos deporte. La radio que informa, que despierta curiosidades, que nos acerca a las vidas de tantas personas, que nos da pistas, ideas, nos entretiene y, sobre todo, sigue ofreciendo esa cálida compañía al ser humano del siglo XXI. Felicidades y gracias, compañeros.