Si un puente de hormigón puede arder en Córdoba, ya es que puede pasar cualquier cosa. El público en general, no ducho en cuestiones técnicas, se pregunta angustiado cómo es posible que un puente de hormigón pueda arder y que haya que someterlo después a duras pruebas para ver si va a aguantar o no. Ya está todo perdido. España, puente de hormigón que comunicaba y ponía en relación y entendimiento a unos con otros, también está ardiendo por alguna esquina; a lo mejor no era de hormigón sino de adobe, ese engañoso material que esconde paja en su interior. En el mundo desquiciado que habitamos, desde hace un millón de años no faltan pirómanos que lo mismo queman un bosque, que un puente, que un sueño al que se empeñan en volver a convertir en pesadilla. Metepatas se les ha llamado de toda la vida. Aguafiestas sin mejor ocupación que ellos mismos. Pero aún peor son aquellos a los que se les ocurren soluciones mágicas, como los federalistas de oportunismo. Es como si para pegar el asa de una jarra, en vez de usar pegamento rápido, decidiéramos hacer añicos la jarra para luego intentar atar los pedazos con una cuerda, pedazos que no tenían el menor interés en romperse ni necesidad de volver a ser atados luego. Los romanos lo hacían mejor, construían en piedra y esto es lo que hay, decían, pero estaban locos esos romanos, ya lo decía Obélix, las cosas les duraban cientos y miles de años. Ahora se trata de que duren poco para que unos espabilados vivan de imaginar soluciones. A esos no les gusta el hormigón ni el adobe, sino la estopa, que da más humo.

* Profesor