Acabo de recibir tu carta personalizada, que te agradezco -y no como la de Alberto, razón por la que a él no le contesto-, donde me pides que el 26-J, con mi voto, diga sí a un nuevo modelo económico que cree empleo estable, con salarios justos y condiciones de trabajo dignas. Sí a una sanidad pública fuerte, que no excluya a nadie y que garantice a todos el derecho a la salud. Sí a un sistema educativo público de calidad, para que nacer en una familia con menos recursos no conlleve tener menos oportunidades de futuro. Sí a defender y apostar por la investigación, la cultura y la creatividad, porque la falta de conocimientos es una forma de pobreza. Sí a un país de oportunidades, para que nuestros jóvenes no tengan que irse fuera de España. Sí a unas pensiones dignas y seguras en el presente y para el futuro. Sí a impulsar las políticas que garantizan los derechos de los y las dependientes, y de las personas con diferentes capacidades. Sí a la igualdad real entre hombres y mujeres. SÍ a erradicar la intolerable violencia de género. Sí a recuperar los derechos y las libertades que la han recortado. Sí a combatir de raíz la corrupción el fraude, y a desterrar a los tramposos de la vida pública. Sí a una nueva política, más participativa, más honesta, más útil para las personas. Sí a un proyecto compartido para España, que respete la diversidad y garantice la igualdad de derechos y oportunidades de todos los ciudadanos y ciudadanas, al margen del lugar en que vivan, apostando por un modelo de convivencia en el que todos nos sintamos representados. Sí a una Europa abierta, justa y solidaria; una Europa que no dé la espalda a quienes huyen de la muerte, el fanatismo y la miseria (sic).

Y de la emoción al leerte me has puesto el cutis anserino, pues no sabía que tú y tus asesores pudierais adivinar mis pensamientos y mis deseos más profundos. Sí, amigo, estoy totalmente de acuerdo en decir sí a lo que me pides, pues es para mí, no una ambición sino una vocación, perseguir y luchar por esos presupuestos. Como también comparto tu voluntad y propósito, que ayer me entró por internet, de acabar con la prostitución con un programa similar al que han desarrollado en ciertos países nórdicos. Valiente decisión que te acarreará fuertes resistencias de correligionarios, pues Bibiana Aído y otros proabortistas inscribieron el cuerpo de la mujer al de su libre albedrío. Si se defiende el derecho de ellas sobre su propio cuerpo para abortar, con más razón lo tendrán para copular, o sea, que “aquellos polvos trajeron estos lodos”.

¿Entenderán que, previo pago, faire l’amour libremente consentido sea delito? -bajo coacción es crimen sin paliativos- ¿Se considerará que el sexo voluntario por dinero en esencia es violencia de género? Supongo que ante el temor a generar un nuevo debate con los feministas, has desistido de incluir en tu carta este ambicioso proyecto. Y, por otra parte, ¿de dónde obtendrás los fondos para dar la prestación económica a las prostitutas que saques de la calle y darle los cursos de formación para que aprendan dignamente a ganarse la vida en el puesto de trabajo que el gobierno sueco, así mismo, les tiene reservados?

Para arrancar, debe ser prioritario convencer que el negocio del sexo es tan pernicioso, social e individualmente, como lo son el tráfico de drogas o armamento. Batalla difícil de ganar, sobre todo en Cataluña, donde están los prostíbulos más lucrativos de Occidente.

Mas todo, he de confesarte, me confunde, pues cuando Dios abrió el sexto sello aparecieron los cuatro jinetes del Apocalipsis perfectamente diferenciados: el pelaje de aquellos caballos era distinto, el arma de sus jinetes y sus mensajes eran diferentes. Y en tu ambiciosa carta no se atisba ningún propósito que no pudiera ser asumido por cualquiera de los que irrumpisteis en el plateau del evangelio apócrifo del siglo XXI.

Más que ofrecer datos para que los ciudadanos hiciéramos el diagnostico diferencial y poder elegir la urna certera, creo que en tu carta te has esforzado en destilar las coincidencias. No es demagogia, te lo reconozco, es ambición lógica, irrefutable, irrebatible; apodíctica en la lógica aristotélica, que te respeto.

En este mundo sobran ideas y hacen falta personas que las lleven a término. ¿Cuál sería el procedimiento que utilizarías para conseguir tus ambiciones universalmente compartidas?, ¿y dónde está el secreto para que los otros no puedan, aún queriendo, ofrecérnoslo?

Postdata: Le reprocharon a un alcalde que lo único que había hecho por el pueblo era asfaltar la calle donde vivía. Pues -respondió-- si todos los que me precedieron hubieran hecho lo mismo el pueblo entero estaría hecho un primor. Suerte, Pedro, y quita el IVA a cualquier manifestación artística. Me conformo y te voto.

Rafael Martínez Sierra es Catedrático emérito de la UCO (Medicina).