Jamás he visto que una asignatura de estudios reglados haya sido sometida a la duda y a la sospecha como la asignatura de Religión, y por supuesto a los que imparten esas clases que son los profesores, trabajadores que ven cómo la asignatura está siendo continuamente rebajada en dignidad, traducido en reducción de horas lectivas sometidas a la voluntad de los padres y alumnos (casi un 60% optan por recibir las clases) y traducida en una reducción de los salarios de dichos profesores. De todo esto se deduce que la dimensión religiosa de los alumnos no hay que desarrollarla, confundiendo las clases con la catequesis parroquial y tachándolas de ideologización doctrinal por parte de la Iglesia Católica. No se dice el por qué de estas medidas políticas pero se puede entender que la Religión no interesa, siendo de los pocos países de Europa que trata así la dimensión religiosa. Los gobiernos pueden ser asépticos y el pueblo mayoría religioso.

Por todo ello me vienen a la mente las reflexiones que el filósofo alemán Jürgen Habermas hace en el libro Dialéctica sobre la razón y la religión. (Edit. Encuentro, 2006). Estas reflexiones las hizo junto al que era cardenal Joseph Ratzinger, enero de 2004 en la Academia Católica en Baviera. Decía el filósofo neo marxista de la Escuela de Frankfurt: «Un Estado no puede prescindir de valores altruistas ni tampoco imponerlos jurídicamente. La modernización, con su individualismo y su frialdad ante lo trascendente, puede llegar a disolver el cimiento de la sociedad. En lo que Habermas denomina «postsecularización», la religión tiene un papel relevante para la formación de virtudes civiles: «¿Acaso los derechos humanos, hito de la civilización, no hunden sus raíces en la escolástica católica?», comentó Habermas. Y sigue: «La razón ganaría enteros si reconociera en la fe un potencial de verdad. La filosofía o ideologías no debería enjuiciar a la fe con criterios de verdad o falsedad (cosa que hizo abundantemente en el pasado), sino cambiar de actitud y estimar lo que puede aprender de ella». El cristianismo le parece a Habermas, “un aliado adecuado en la lucha contra el postmodernismo, el relativismo y falta de valores. El estado democrático evita dar instrucciones sobre la felicidad o fijar orientaciones acerca del sentido de la vida. Es neutral, dice Habermas, respecto de las visiones del mundo. Sus ciudadanos son libres de pensar y actuar como quieran siempre que respeten la legalidad». La elección de enseñanza, pública y todo tipo de concertada es signo de libertad, lo contrario será uniformidad, discriminatorio y segregacionista.

A partir de estos presupuestos de todo un Premio Príncipe de Asturias a las humanidades (2003), pienso que se ha de plantear un laicismo positivo, donde la religión cumpla su cometido, ser instancia moral del bien y del mal, dar sentido a la política y al estado como comunidad de todos, que tenga su autonomía, velando por la libertad de los ciudadanos, y que sus derechos sean satisfechos, valorar la enseñanza por sus resultados, sin olvidar a los profesores concertados a quienes debe respetar, que no es lo mismo que marginar o echarlos al paro.

*Estudios de L. Ciencias Religiosas