Hoy es un buen día para recordar y recitar el poema de Martín Descalzo: "Viví jugando a demasiadas cosas,/ a vivir, a soñar, a ser un hombre./ Tal vez nazca al morir, aunque me asombre,/ como nacen, soñándose, las rosas". Hoy es un buen día para aprender que, al final del trayecto, "solo queda lo que damos". Solo nos acariciará el amor que prodigamos. Solo nos alegrará la sonrisa que regalamos. Solo nos refrescará el agua que bebimos juntos. Solo nos alimentará el pan que compartimos. Solo nos cubrirá el vestido con el que arropamos al prójimo. Solo nos descansará el cansancio del peregrino que hospedamos. Solo nos guiará la verdad que proclamamos. Solo nos sanará el consuelo del enfermo que visitamos. Solo nos aliviará el peso que quitamos de otros hombros. Solo nos dará paz la ofensa que perdonamos. Solo nos hará renacer la esperanza, la mirada que dirigimos al cielo y las manos con las que abrazamos. Solo nos conducirá a la vida, la confianza que depositamos en Dios. Solo nos darán respuestas, los gestos más generosos que prodiguemos a los débiles, a los desconsolados. El cielo se conquista hoy. Y aquel pensamiento de Séneca, con perspectivas de eternidad: "A quienes el verdadero amor atrapa, les seguirá uniendo". El día de Todos los Santos nos invita a mirar a las alturas, mientras recordamos, desde la orilla de la fe, a los seres queridos, a tantos familiares y amigos como gozan de la plenitud de sus vidas en la intimidad con Dios, que esa es la hermosa definición de "cielo", que nos dejara Juan Pablo II. Con aire de plegaria, evocamos de nuevo los versos del poeta: "Dame tus manos misericordiosas/ para que el corazón se desescombre./ Dime si es cierto que, al pensar tu nombre,/ se vuelven las orugas mariposas". Jornada la de hoy para la esperanza, para la visita a los cementerios, para recordar, vivir y soñar al mismo tiempo.

* Sacerdote y periodista