La comparecencia de Aznar en la Comisión de Investigación sobre la financiación ilegal del PP me parecía francamente interesante e incluso necesaria. Siempre he sostenido que Mariano Rajoy no pasaba por ahí, pero que los años que judicialmente están en cuestión tenían otro líder al frente de la formación. Por lo tanto, y dado que los tribunales nunca han considerado oportuno llamar a Aznar ni siquiera en calidad de testigo, me parecía vital saber qué tenía que decir en el Congreso el expresidente del Gobierno sobre las acusaciones de corrupción al PP y las que pesan sobre varios de sus ministros por el abultado enriquecimiento personal. El problema, una vez que ha terminado la sesión, es que nos hemos quedado igual en cuanto al contenido. La mayoría de los portavoces aprovecha estos eventos para su lucimiento personal, no para hacer averiguaciones o rebatir las incoherencias sobre el tema que nos ocupa y que hizo posible incluso el triunfo de una moción de censura. Se ve que la financiación ilegal del PP dejó de ser importante con el cambio de inquilino en la Moncloa.

Solo opiniones políticas

Aznar ha colado su mensaje de que ningún ministro cometió fechorías en su labor de Gobierno, que en Génova no hubo irregularidades y el mensaje de que no conoce prácticamente a nadie. Nada nuevo bajo el sol, tampoco su actitud. Y ninguno, salvo Pablo Iglesias, con datos en mano para rebatir sus afirmaciones. Solo el líder de Podemos le ha sacado de sus casillas. Entiendo que el formato es escurridizo, pero creo que no tanto. El problema viene, además, cuando invitas al compareciente a hablar de política. De la suya, concretamente. Así, Aznar ha abundado en sus debates del estado de la nación con Felipe González, ETA, la guerra de Irak, los empleos creados durante su Gobierno o los independentistas "golpistas". Todos ellos temas en los que ya conocemos cómo opina de sí mismo y de sus decisiones.

A partir de ahí, han salido a la palestra temas médicos como la leucemia del preso Zaplana o, en el turno de intervención de Bildu, el estado de salud de terroristas encarcelados. También ha habido espacio para la boda de la hija de Aznar, lógico, pero con algunos diputados compitiendo por ver quién, conociendo menos la letra pequeña, hacía sin embargo el comentario más ingenioso o la comparación cinematográfica más pintoresca. Rufián incluso ha dado pie al expresidente para hablar de sus mascotas de la infancia y sus animales de compañía ya en la edad adulta. Parece ser que le gustan los perros y los gatos. La sesión ha sido realmente entretenida, un espectáculo mediático. Pero que quede claro que son algunos políticos los que hacen que estas comisiones no sirvan para casi nada.

* Periodista