Que levante la mano quien haya seguido sin pestañear las dieciséis horas del debate de la moción de censura de Podemos contra el Gobierno de Mariano Rajoy. Pocas manos arriba, casi todas especializadas. Pero sí se levantarán muchas de los que hayan picoteado, ante la tele, desde el ordenador o la radio, los discursos, réplicas, contrarréplicas y recontrarréplicas («había una cabra ética, perlética, pelamelambrética...») de sus señorías. Conocido de antemano el resultado de la votación, conocido previamente el argumentario, la pregunta es: ¿Para este viaje hacían falta alforjas?». Es decir, ¿hay algo que guardar, algo que traerse, algún beneficio para el esfuerzo realizado?

Por lo pronto, ha sido un ejercicio parlamentario interesante. Hemos conocido mejor a los protagonistas de la vida política española, aunque también sin mayores sorpresas. Porque a nadie sorprenderá que el «indolente» Mariano Rajoy sea un temible rival parlamentario, capaz, como lo ha sido, de dejar en pañales a Pablo Iglesias a pesar de la contundencia de sus razones contra la corrupción --que en otros argumentos, desde los datos económicos hasta las citas históricas, el de Podemos ha jugado un poco al resbalón-- y de la generalizada crítica social al PP. Si Rajoy ha capeado el temporal y Pablo Iglesias se ha visto trasquilado en su intento de presentarse como líder de la izquierda y presidenciable ad futurum, otras intervenciones nos han confirmado lo que ya sabíamos, o sea, que Rafael Hernando, el portavoz del PP, se supera cada día en impertinencia y grosería. Su alusión a la pareja sentimental de Iglesias fue deplorable. Entre las novedades, la energía y coherencia de la joven portavoz de Podemos, Irene Montero. Tampoco ha sorprendido, pero sí ha resultado de lo más violento --«qué mal se llevan estos muchachos», diría mi abuela-- el visceral enfrentamiento entre el líder de Podemos y el de Ciudadanos, Albert Rivera, a saber, «demoliciones Iglesias» contra «el Escudero», a los que, desde luego, no veremos pactando ni mociones de censura ni el menú de Navidad. Y, como gran novedad, el portavoz del PSOE, José Luis Ábalos, que se ha estrenado con un discurso sencillo y eficaz, con los tirones de orejas obligados, la abstención, y una actitud generosa que ha conseguido unir en aplausos al grupo parlamentario. Quizá lo que no han unido Pedro y Susana lo cosa José Luis. La cuestión es que ha dejado una puerta abierta a Podemos, pero una puerta por la que debería entrar Ciudadanos para cuadrar números sin un batiburrillo independentista. Aunque Ábalos ha advertido a Rajoy que no se quede muy tranquilo, quizá porque Pedro Sánchez tiene muchas ganas de ser presidente del Gobierno. Así que adivinen ustedes quién ha salido ganando de todo esto.