Dice una castiza sentencia que «no eres cordobés si no tienes un amigo que se llame Rafalete, otro que sea El Gordo y otro que sea El Chino».

La frase hecha me viene a la memoria, y ya verán la razón, por la popularidad que ha adquirido en Córdoba el magnate oriental Jiam Ping Fu después de haber costeado íntegramente, con unos 700.000 euros, el Festival Internacional de Arte Floral Contemporáneo, Flora. Fu ha dejado a los cordobeses sorprendidos, admirados y recelosos. «Pero, ¿qué es lo que quiere ese hombre?», es la cuestión que, frunciendo el ceño para evidenciar sospecha, más me han planteado los últimos días, para a renglón seguido preguntarme que si tengo algún teléfono de contacto para hacerle llegar al rumboso mecenas un proyectito para el que no haya financiación. Estamos tiesos.

La noticia de que Jiam Ping Fu hacomprado dos inmuebles en la Judería para hacer un hotel de 5 estrellas ha sido para algunos la explicación oculta a tanta generosidad. Por supuesto, no pongo la mano en el fuego por nadie, pero ¿qué necesidad de especular con un hotel de 40 plazas (que no habitaciones) tiene un magnate que posee según algunos entre 200 y 300 hoteles en las ciudades más ricas del mundo? También hay que recordar que el dinero invertido ya le retornará en cuestión de derechos de imagen (Fu tiene muchos hoteles que llenar de cuadros) y de prestigio al asociar su nombre al de Córdoba y como mecenas del arte floral, que en algunos países es poco menos que una religión. En todo caso, Fu dice que, sencillamente, se enamoró de Córdoba. Y hasta que se vea cómo evoluciona esta relación con la bella y madurita ciudad, que se deja querer manteniendo la distancia, algo ya ha conseguido Fu: haber entrado en su círculo social con el apelativo (poco imaginativo, por cierto) de El Chino. Uno de esos honores del pueblo (que por ello son más valiosos que los títulos oficiales) que no se compran. Ser cariñosamente El Chino entre amigos en Córdoba es algo que, sencillamente, se gana. Y no me negarán que El Chino se lo ha ganado.