Nunca antes se había leído ni escrito tanto. Y menos aún los que, alejados de colegios, institutos y universidades, así como del autodidactismo, nunca leían y menos aún escribían. El advenimiento de las nuevas tecnologías comunicativas en forma virtual está provocando un resurgimiento inédito e inaudito de la intervención cultural de la masa popular en las comunicaciones. Hoy todos los culturalmente atrasados no paran de escribir y leer por wasap. No hay tiempo que perder y se deben crear los mecanismos pertinentes para aprovechar esa oportunidad. Es que además de no ser así asistiremos a un serio periodo de retroceso cultural provocado por la mala calidad ortográfica de las conversaciones hasta que incluso la Real Academia no tenga más remedio que legalizar malas formas de escritura producto del vulgo que de tanto repetirse se harán regla. La aparición de aplicaciones de comunicación telefónica como wasap o Facebook es sumamente curiosa porque demuestra que la gente prefiere escribir a hablar, cuando de toda la vida se creyó que las personas alejadas de la vanguardia académica no leían nada y no les gustaba escribir ni tan siquiera para firmar. Esto que está pasando es realmente nuevo y puede ser un instrumento único de culturización y alfabetización. La clave está en los correctores instantáneos en todo tipo de conversación escrita. Los intervinientes no deben ver estos correctores como unos maestros, es más, ni siquiera deben advertir en ellos. Debe ser una enseñanza tan eficaz como subliminal. Un ejemplo está en la ortografía clásica. La mayoría de los que tienen pocas o nulas faltas no es porque realizaran un esfuerzo titánico en estudio de la lingüística sino por una razón mucho más cómoda y lúdica como es la afición a la lectura que activó podríamos decir, por «control remoto» a la memoria fotográfica de las palabras por parte del lector; de verlas tanto las conocimos de verdad y las escribimos correctamente. Eso mismo podemos aprovechar con los correctores inmediatos que no solo corregirán inmediatamente la palabra que hemos escrito mal, sino que la fotografiarán en nuestra memoria hasta que inconscientemente empecemos a escribirla correctamente. Eso sí, el corrector debe actuar sin permiso porque lo correcto nunca debe ser considerado opcional. Mucho me temo que si no se hace esto ocurrirá justamente lo contrario: que los que saben escribir, como hoy leen cada vez menos en papel y más en red, fotografiarán lo malo y olvidarán lo bueno hasta que todos empecemos a escribir mal. Y culturalmente no se debe ir para atrás ni para coger impulso.

* Abogado