En el teatro de la Axerquía, por donde se asentaron los primeros pobladores cordobeses, se oyen Ojos de gata, El boulevard de los sueños rotos o Déjame, canciones que interpretan las tres guitarras, el piano, la batería de Los Secretos y la Orquesta de Córdoba en la inauguración del 38 Festival de la Guitarra. Por estos graderíos han construido muchos cordobeses su vida de conciertos, mítines, obras de teatro o cines de verano antes de retirarse a su casa. Y el Festival de la Guitarra, que ha pasado de las fotocopias de los 80 a su web y blog oficial por Internet, y a sus escenarios del Gran Teatro, del Góngora y de la Axerquía. El Festival de la Guitarra suena, en su origen, a la plaza del Potro y a un local-descampado que había antes de construirse la casa de la calle Romero Barros, al lado del Museo de Bellas Artes, que cierra ese histórico espacio, donde Paco Peña enseñaba a extranjeros a tocar la guitarra. Era cuando la globalidad solo hablaba de arte, de música y baile, y de placer de vinos compartidos, cuando los artistas cordobeses que vivían en el extranjero, como Paco Peña, se convertían en vacaciones en profesores de lo suyo. Y consiguieron que su inicial empeño trajera, tiempo después, a Córdoba a Bob Dylan, Carlos Santana, BB King o Amaral, por ejemplo. De aquellos cursos de verano de la Posada del Potro --hoy Centro Flamenco Fosforito--, histórico espacio cercano al río, los organizadores del Festival -los primeros ayuntamientos democráticos-- empezaron a bucear por el Guadalquivir para conquistar sus orillas como escenarios naturales de la ciudad cuya belleza trataban de mostrar. Así el Botánico, el entonces Teatro al Aire Libre (hoy Axerquía), las Caballerizas Reales y los Jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos se convirtieron en platós de noches en donde el arte era la única convocatoria en las altas temperaturas de julio, que atemperaban las aguas del Guadalquivir, siguiendo el camino del río. Hoy, que Miguel Poveda nos cantará a Lorca, y dentro de unos días Serrat, el Mediterráneo, el Festival de la Guitarra constatará que a la conquista de escenarios en el Guadalquivir le faltaron las orillas del Palacio de Rem Koolhaas y del non nato Museo de Bellas Artes.