Uno de los hábitos más típicamente nuestros es intentar digerir rápidamente el escándalo del presente, para que no te pille desprevenida el escándalo del futuro. Vivimos una época en la que la polémica del lunes se acalla con la detención del martes, que se ve ensombrecida por la imputación del miércoles, que a su vez se olvida por el encarcelamiento del jueves y por la compra de un chalet el viernes, que queda en nada con los titulares del sábado y a ver qué pasa el domingo. Especialmente sangrante es el ritmo que llevan en Génova. Esta semana, de momento, han detenido a Eduardo Zaplana. Ahora ya no era nadie en el PP, pero lo fue todo: presidente autonómico, ministro, portavoz y mentiroso oficial después de los atentados del 11-M. Este hombre, cuya sombra planeó siempre por diferentes causas judiciales, estaba intentando blanquear dinero, a pesar de todo. Una de dos: o se sentía impune, intocable, o estaba asustado pensando que el cerco se iba estrechando y eso le llevó a arriesgar y a cometer errores. En todo caso, Zaplana es otro presunto corrupto más. Otro. Es insoportable, francamente. Y no sirve ya el discurso de que todos los sospechosos pertenecen al pasado del PP. No es verdad, porque muchos de los políticos que prosperaron en la época de Aznar, siguen delinquiendo aparentemente en la época de Rajoy. Y sinceramente, lo más probable es que el líder que venga después culpe a su antecesor de las detenciones del futuro. No sabemos cuánto tiempo vamos a tener para analizar y digerir la detención de Zaplana. Si seguimos al ritmo habitual, será cuestión de horas. Sobre todo, por lo que al PP se refiere. Venimos, por poner el punto de referencia en el último mes, del máster de Cifuentes. Luego, llegó su vídeo robando cremas y su dimisión. Después, fue imputada, mientras salían a la luz las lagunas en el currículo de Pablo Casado. Que si le habían regalado el máster, que si los cursos de Harvard desde Aravaca, que si le aprobaron media carrera de sopetón... Y todo regado con investigaciones judiciales y universitarias al respecto. También tuvimos que dedicar un día a la guerra fría entre Sáenz de Santamaría y Cospedal por el control del PP y ya por fin, al arresto de Zaplana, que ha coincidido en el tiempo con la imputación del número 2 del Ministerio de Hacienda. Y ahora vendrá la sentencia de la Gürtel. Seguramente, me olvido de algo, porque no hay cabeza capaz de aguantar el ritmo. Me consta que en el PP hay dirigentes que pasan los días noqueados por la actualidad y desesperados por el imparable avance de Cs, inversamente proporcional a la capacidad de Rajoy para animar mínimamente a los suyos. Si es que eso es aún posible.

* Periodista