Ay, querida mía, esa violencia que ni tú misma ves porque te va vaciando el alma soledad tras soledad, silencio tras silencio, y siempre se convierte en lágrimas sin nadie, y crece y crece ahogándote la vida con su zarza de hielo y más silencio; que te obliga a mentirte en que estás bien con ella, a sentirte culpable si piensas rebelarte contra ella; que te ordena decir que eres tú la que fallas en todo lo que haces; que te engaña cuando parece convertirse en levedad si sabe que te tiene domesticada, pero abre su ciénaga de más violencia cuando teme que quieres liberarte, y te encierra en tu corazón hasta que llegas a sentir que eres tú la mala, la inútil, la mediocre porque no estás según como deberías estar ante cada situación, en la compra, en la plancha, en la cocina, y tienes que callar en todo lo que piensas, y tienes que pensar lo que ella te transpira; y te envuelve cada día en la rutina de esa esclavitud de la fregona, las bolsas, la basura, el pan, el agua, la ventana; en su aire y la cama que compartes con ella cada noche! ¡Esa violencia que consigue que prefieras soportarla a liberarte; que respiras en tu mente, tus cuartos y tu tiempo! ¡No la ves cómo te deja sin nadie al fondo de tus ojos! Y pasan los días, otro año, los años, la alegría, y llegas a pensar que estás bien así, lo que sea con tal de no sentirte rechazada. ¡Esa violencia te lleva tan lejos de ti misma! Te ordenó hace mucho tiempo, ¡tanto tiempo!, que es mejor callar, cambiarte el alma, mirar para otro lado y llorar para tu pecho. Y te quedas en silencio hasta dentro de ese silencio en el que no te reconoces. ¡Esa violencia te va dejando sin voz, le oculta a todo el mundo tus manos y tu frío! ¡Esa violencia que nadie cree que exista en esa hiena, corazón de hiel, que abre sus fauces simulando una sonrisa, pero a ti te hace el vacío, el desprecio, el abandono! ¡Ay, querida mía, corre, salta, vuela! ¡Esa violencia te mata el alma sin notarse! ¡No pruebes a poderla soportar! Te anestesia con su muerte. Te va dejando hueca. Ahora en Navidad, un año más, la verás crecer en su hipocresía de apariencias, poses y palabras, y te llevará al borde de su abismo para que creas que tienes que aguantar, que da igual lo que sea, porque tú no tienes derecho al amor y la ternura.

* Escritor