El Centro Cultural San Hipólito viene desarrollando y ofreciendo a lo largo del curso 2016-2017, una serie de conferencias en torno a un tema amplio transversal que aglutinara a todos los centros de la Compañía de Jesús en España y en el que todos, de alguna forma, pudieran verse implicados. Se pensó, entonces, en contemplar nuestras ciudades, convirtiéndolas en «sueños a realizar», abarcando muchos aspectos: el social, el económico, el cultural, el ecuménico, el artístico, el religioso y el espiritual. Los jesuitas buscaban así una reflexión profunda, multifactorial sobre la ciudad de Córdoba, con la esperanza de aportar su «grano de arena», desde la espiritualidad, como elemento fundamental de ese nuevo paradigma cultural. En lo que va de curso, destacadas personalidades han ido pronunciando sus conferencias, entre otros nombres: el padre Esteban Velázquez S.J.; Salvador Ruiz Pino; el padre Josep Buades S.J.; José Juan Jiménez Güeto; Manuel González Muñana; Antonio Gil Moreno, y quedan pendientes, Ignacio Sepúlveda del Rio, el padre Juan Antonio Estrada S.J., y Francisco García Calabrés. Mi conferencia tenía un titulo difícil, mitad en castellano y mitad en latín, y desde luego no muy atrayente: ¿Es posible una Civitas Dei?. El subtítulo incidía aún más en la ambigüedad del tema: De Galilea al confín de le Ecumene. ¿Qué querían decir esas dos frases? Al comienzo, intenté traducirlas dándole un aire más periodístico: «Decálogo para construir una ciudad humana y cristiana». Y así, el tema se reflejaba con más claridad. La conferencia quedó confeccionada en tres partes: primera, evocación de tres nombres: san Agustín, Fray Albino y José María Cirarda, ambos obispos de Córdoba; segunda, tres voces prestadas: la voz del cardenal Cañizares; la voz de Nicolás Baverez, historiador y economista francés, autor del libro Danser sur un volcán; y la voz del periodista José María Carrascal; en la tercera parte, quise ofrecer un decálogo para construir una ciudad humana y cristiana, en base a las enseñanzas del Papa Francisco. Esa «ciudad de Dios» que aparecía en el título de la conferencia, hacía alusión a la gran obra de san Agustín, que constaba de 22 libros, escritos durante su vejez y a lo largo de quince años, entre el 412 y el 426. San Agustín estaba conmocionado por la caída de Roma, a manos de Alarico I. El desconcierto que provocó la entrada de los bárbaros en la capital del Imperio Romano, donde residía el Papa, le cuestionó al obispo de Hipona la desaparición de una civilización entera, escribiendo La ciudad de Dios contra los paganos, contraponiendo a la ciudad pagana, la ciudad de Dios. En la década de los 50 del siglo XX, el obispo Fray Albino, inspirado en los libros de san Agustín, intentó construir en Córdoba una pequeña «ciudad de Dios», poniendo en práctica el programa de su pontificado: «Tenemos que hacer viviendas dignas para los cuerpos, templos para las almas y escuelas para educar a la infancia». En muy buena parte, lo consiguió, de la mano de la Asociación de la Sagrada Familia, creada «no para vender casas, sino para crear hogares». Finalmente, expuse el decálogo para hacer hoy una sociedad humana y cristiana. Todo un «sueño» que ha de anidar ilusionadamente en el corazón de los creyentes cristianos y en todas las personas de buena voluntad.

* Sacerdote y periodista