Es el rostro amable, aparentemente moderado y abierto al diálogo de Podemos. Más seductor que guerrero. Más amante de la esperanza que del miedo. El hombre que representa como nadie lo que podría ser una España plurinacional. Frente a la dureza de Pablo Iglesias, la supuesta maleabilidad de Íñigo Errejón ha sido vista por sus adversarios políticos como el punto débil de Podemos. Así, las discrepancias entre ambos dirigentes se interpretan como una herida de muerte del partido morado y se alienta el desencuentro. Incluso Tomás Gómez, el que fuera secretario general de los socialistas en Madrid, destituido por las bravas por Pedro Sánchez (y reemplazado por una gestora), le invitó a unirse al PSOE. Errejón le sugirió que le devolviera la manzana envenenada a Susana Díaz.

Aunque no puede despreciarse la tendencia de los partidos al suicidio colectivo, más allá de todas las discrepancias públicas, quizá sinceras, quizá un tanto teatralizadas, resulta difícil creer que en Vistalegre 2 no vayamos a asistir al abrazo fraternal de todas las corrientes de Podemos. Unidos pueden ganar. Si no, están muertos. Si Iglesias y Errejón vuelven a caminar juntos, la táctica de los adversarios de erosionar a Podemos halagando al secretario político habrá resultado un gran error. Ellos mismos habrán contribuido a elevar a Errejón y todas las virtudes que le han otorgado se pondrán al servicio de Podemos. Incluso la de salvar a Iglesias de sí mismo.

* Periodista