Se levantan muy temprano y comienzan el tiempo de colegio dando un paseo. Son las siete «in the morning». No os voy a engañar, algunos rostros no son de felicidad, ninguno es tampoco de felicidad llevada al límite. Son chavalas y chavales adolescentes, tampoco les vamos a pedir lo que no pueden dar. Eso sí, pídeles que den el paseo a las 11 «in the night» y verás que no existe alma aún cuando en pena que se niegue. Bueno, solo serían capaces de negarse a sí mismos si es por la noche y hay que salir. Entonces, si no hay más remedio, se sale. Que nadie pueda decir entonces que no son capaces de privarse de nada. Pues eso, que unos más contentos y otros menos, que unos y unas a regañadientes y otros y otras con los dientes tiriteros, ahí vamos caminando unos veinte minutos en plena naturaleza dando los buenos días al hermano sol aunque muchos días cueste mucho verlo. Después el desayuno, y claro, ahora sí que se desayuna y en abundancia. Es que antes de desayunar hay que activar el body. Y después comienzan las clases. Ya habréis adivinado que en España no estoy, ¿verdad? Pues no, pero por qué no. No es España, es Dinamarca pero también será España cuando nos demos cuenta de algunas cuestiones. Ni Dinamarca es perfecta (investigad un poco y me daréis la razón) ni tampoco es el súmmum de la Educación. Es simplemente donde recalo desde hace tres años con mucha ilusión que además trato de contagiar, y creo que lo consigo, al puñado de adolescentes a quienes traigo conmigo para que compartan la misma experiencia que yo vivo, bueno yo desde la ladera del teacher, claro está, que es diferente. Ya os he escrito de este colegio alguna vez, el Dronninglund Efterskole que se encuentra muy cerca de la ciudad de Aalborg, en el norte del país danés. Hoy lo quiero hacer algo más desde la entraña, desde dentro, para que podáis percibir, a ver si lo consigo, algunas notables diferencias.

Cuando se pasea por la mañana temprano, se despejan las ideas; y si luego te tomas un buen desayuno, cargas tu cuerpo y tu mente de energía para disfrutar del conocimiento. Y si encima no tienes timbres que te aporrean la cabeza, entonces no sufres ese martilleo constante que marca implacable el final tanto de una hora desagradable que deseas que termine como una que nunca se desearías que acabe. Así comienzan las clases cada día, con paseo, desayuno y sin timbres. Los timbres, sirenas y otros diversos artilugios no existen desde hace veinte años porque cayeron en la cuenta de que la educación de los niños y jóvenes no puede estar a expensas de un sonido bastante desagradable. El joven debe estar pendiente de lo que debe de estar y no del tiempo. Si consigo que un adolescente esté más pendiente del tiempo que de lo que tiene que aprender, lo estoy convirtiendo en un adulto pero con muchos «reaños» como decía mi abuela, igual que los abueletes se convierten en niños con su «puntín» de mala leche. Cada edad, cada etapa tiene sus aconteceres. Si un profesor observa que los alumnos están disfrutando de la clase, incluso en el momento en que ésta debería finalizar, sale fuera y le dice al siguiente profe que espere en la sala de profesores. Claro, en una sala no como las nuestras, sino bien provista y confortable. Para los más avispados aviso ya de que aquí se trabaja y se trabaja duro. Que la palabra esfuerzo la tienen en el diccionario, tanto en el del alumnado como en el del profesorado. Pero no os olvidéis que los profes ejercemos una vocación en la que si no somos felices con lo que hacemos, difícilmente vamos a conseguir mujeres y hombres del futuro optimistas y esperanzados. Cuánto nos queda por aprender de la gestión de la felicidad (dedicaré algún artículo a este asunto). Así que las clases nunca tienen una duración determinada. Solo se entra y se sale del colegio a una hora, pero en su interior el tiempo se gestiona como si no existiera.

Los niños vienen ya educados de casa. Por eso ingresan en el ámbito escolar en una edad más avanzada y por lo mismo el profesor no tiene que ejercer de padre corrector de conductas, que es en bastantes casos en lo que nos estamos convirtiendo. Así la empatía entre el profesor y el alumno surge casi de manera espontánea y asimilan con mayor facilidad los diversos conocimientos. Ya hay muchos estudios que demuestran que la empatía ayuda eficazmente a que esto ocurra así. Echadles un vistazo. En fin, podría seguir... Y seguiré, pero en otra ocasión.

* Profesor de Filosofía @AntonioJMialdea