Ya ven el resultado que cabe deducir de unas elecciones andaluzas, anticipadas, inútiles para el progreso, cuando no retardatarias en sus consecuencias. Y todo por decisión alicorta, equivocada, de una política pitiminí, visionaria de poco, mandona y algo histriónica que por tiempo perdió el tren de Madrid y ahora la veremos afanada en perpetuar el poder casi intacto recibido de sus mayores. Había que preguntar al pueblo si Susana era la mejor y el pueblo dijo no haber otra como ella. Porque es el pueblo mismo, de arrebatos y suspiros, de pantojas y trianas, de sol y desengaños. Había que preguntar al pueblo si ella sería capaz de alcanzar la gloria nacional y la respuesta ha sido muy favorable a seguir aclamándola donde sea menester. Porque funciona ese modelo de pueblo amado antes que administrado.

Ya ven lo que estira un régimen formalmente democrático tras treinta y tres años fantasiosos donde la importancia de ser ciudadano no se mide en su dimensión individual sino colectiva y en consecuencia sometida a los dictados de un poder omnímodo que todo lo sabe, todo lo interviene, todo lo controla, todo lo blinda a favor del pueblo. Aquí la corrupción grasienta acumulada en tantos años ha quedado socializada y en consecuencia tapada con trapos sucios de los nuestros. Todo lo más será señalar con el dedo la corrupción de los demás eso sí, uno a uno, porque hay que verlo como algo ajeno y deleznable. Aquí tan nuestro es lo putrefacto como el paro. Al fin y al cabo, es cuestión de dignidad compartida. Ya ven, recibe un millón cuatrocientos mil votos, tantos como parados. Un parado, un voto. Nadie lo iguala, aunque lo sueñe. Todo quedará en trasladar la utopía otros cuatro años, aunque se contabilicen tantos como el franquismo o el peronismo. Ya instalados en la senda pegajosa del priísmo, todo es igual aunque parezca diferente.

Ya me dirán la urgente necesidad que había de multiplicar por dos la presencia de comunistas en el Parlamento. Visión de Estado que eleva los votos de la izquierda radical desde los 440.000 a 860.000, disolviendo en amalgama corrosiva el comunismo civilizado, institucional y posibilista, en comunismo arcaico, antisistema, autoritario y cutre, a la espera de asaltar el poder desde las instituciones o contra ellas. No parece que con ellos se despeje el panorama de la desertización industrial o de la huida de capitales y de talento o la falta de inversiones para la creación de empresas que hagan crecer la riqueza y el bienestar. Con ellos se multiplicará la necesidad de financiar más Estado-providencia; más empleados públicos de empresas ruinosas; más banca pública; más observatorios inútiles, salvo para el encuadramiento y la movilización; más pobreza y desencanto. Con ellos crecerá el resentimiento contra la libertad.

Ya me dirán la urgente necesidad de convocar comicios para obtener casi 120.000 votos menos y mantener los mismos escaños. Como si la huida hacia adelante la convirtiera en estadista, cuando en tan corto espacio de tiempo no fue más allá de mostrar sus desnudas carencias, su falta de formas y de ideas, salvo esa nueva filosofía de amor por el pueblo, contra el pueblo. Porque la corrupción terminará por estallar, en los tribunales o en la calle y arrasará dos generaciones de políticos inmersos en un vendaval imparable que helará el corazón de mojigatos y gazmoños, de pusilánimes y cantamañanas que inundan lo público subidos a una espiral de impunidad, a veces favorecida por inmunidad de la que jamás debieron gozar.

Ya me dirán la necesidad de neutralizar ahora con malas artes, en vez de combatir en el futuro con nobleza e inteligencia, las posibilidades de un político joven como Moreno Bonilla, honesto y moderado, dispuesto a arrimar el hombro en momentos delicadísimos no solo para Andalucía sino también para la Nación española y el sueño europeo.

Este quebrado político ha sido víctima no solo de la briosa Susana sino del desprestigio creciente de un Rajoy que nunca creyó más allá de la regeneración de los libros de contabilidad, ni concibió la política democrática como campo de acción para acrecentar la moral y la ética social. Un desastre sin paliativos con cuatro años de espera que ojalá permita concertar con Rivera, ese otro brillante ciudadano, acelerar la vivificación de un sistema moribundo.

Ya ven, convocar precipitadamente elecciones para convertirse en llave entre lo razonable para salir del hoyo o el autoritarismo intolerante para perforarlo aun más. Miren, los votos de socialistas y comunistas, suponen el 57% del total emitidos y 67 de los 109 escaños. Socialistas, unidos coyunturalmente a populares y ciudadanos, en una apuesta valiente y civilizada, de progreso, bienestar y libertad, representaría el 71% de los votos y 89 escaños. Es una bisagra provisional pero única para abandonar la compañía de Grecia hacia el desastre. Sería como subsanar el error. Imposible.

*Licenciado Ciencias Políticas