Hay signos más que evidentes de que el estilo presidencialista e hiperpersonal del mandatario francés, propio de un monarca republicano, empieza a tener detractores en su propio país, donde su popularidad se ha hundido en un tiempo récord, más que en la escena internacional. El maltrato verbal que brindó al jefe del Estado Mayor ha sido el inicio de su pérdida de apoyos.