Si es triste ver el silencio de los corderos yendo, sin rechistar, al matadero, mucho más triste es contemplar el silencio de los pastores mientras miran, impasibles, cómo una manada de feroces lobos destruyen los rebaños, matando a sus ovejas. Pero esto es lo que, tristemente, estamos viendo hoy en España. Los pastores de la Iglesia callan mientras los lobos del capitalismo más salvaje van destruyendo sus rebaños: callan ante los millones de jóvenes que no encuentran trabajo, y de adultos que lo pierden; callan cuando se suprime la tarjeta sanitaria de los emigrantes sin papeles; callan cuando las familias son deshauciadas quedándose en la calle; callan cuando se recortan los servicios a los ancianos y enfermos dependientes; callan cuando se reduce la ayuda a los países del Tercer Mundo; y callan también ante la corrupción y el fraude de los poderosos, y ante los sueldos, retribuciones, indemnizaciones y demás escandalosos ingresos de los que manejan los hilos del poder político, económico o social.

¿Por qué callan nuestros pastores? Sin duda, por la equivocada idea que tienen, como expresó el presidente de la Conferencia Episcopal y han repetido otros prominentes miembros de la jerarquía y el clero, que la Iglesia tiene que ayudar a los más necesitados, pero no es su función trabajar para el cambio de estructuras. Es decir, la Iglesia debe ayudar a los pobres, y ciertamente lo hace, pero ¡no tiene que trabajar para cambiar las causas de la pobreza! Pero esto contradice claramente su función primordial que es anunciar y trabajar para establecer el reino de Dios, un reino incompatible con lo que el Papa Juan Pablo II llamó las actuales "estructuras de pecado de un mundo presidido por ideologías rígidas, donde en vez de la solidaridad, dominan diferentes formas de imperialismo; imperialismos que, continua diciendo el Papa, si se consideran a la luz de los criterios morales, se descubrirá que bajo ciertas decisiones, aparentemente inspiradas solamente por la economía o la política, se ocultan verdaderas formas de idolatría: dinero, ideología, clase social, tecnología". Juan XXIII también habló de la necesidad de cambio de estructuras al escribir: "Si el funcionamiento y las estructuras económicas de un sistema productivo ponen en peligro la dignidad humana del trabajador, o debilitan su sentido de responsabilidad, o le impiden la libre expresión de su iniciativa propia, hay que afirmar que este orden económcio es injusto".Y Pablo VI criticó también la actual estructura del capitalismo liberal: "Un sistema que considera el lucro como motor esencial del progreso económico; la competencia, como ley suprema de la economía; la propiedad privada de los medios de producción como un derecho absoluto. Este liberalismo sin freno conduce a la dictadura y al imperialismo internacional del dinero;--y continua-- el liberalismo capitalista y la sociedad de consumo coinciden con el marxismo en reducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico y a la satisfacción de las necesiades materiales. Está claro, pues --dice el Papa-- que la crisis del marxismo no elimina en el mundo las situaciones de injusticia y de opresión existenes. Las carencias humanas del capitalismo, con el consiguiente dominio de las cosas sobre los hombres, están lejos de haber desaparecido, por tanto, es inaceptable la afirmación de que la derrota del socialsimo (comunismo) deje al capitalismo como único modelo de organización económica; los países occidentales después de la caída del comunismo corren el peligro de ver en esta caída la victoria unilateral del propio sistema económico (capitalista) y por ello no se preocupan de introducir en él los debidos cambios".

Los Papas también se atreven a utilizar el concepto marxista de alienación al hablar de la actual estructura económica: "Está alienada una sociedad que, en sus formas de organización social, de producción y de consumo, hace más difícil la realización de la formación de una solidaridad interhumana. En la sociedad occidental no se ha eliminado la alienacion en las diversas formas de explotación, cuando los hombres se instrumentalizan para satisfacer, cada vez más refinadamente, sus necesidades particualares y secundarias, mientras se hacen sordos a las principales y auténticas necesidades- Ingentes muchedumbres viven aùn en condiciones de gran miseria material. Se difunde una ideología de tipo capitalista que rechaza incluso el tomarlos en consideración, y de forma fideísta confia su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado".

"La Iglesia, dicen los Papas, asume una actitud crítica tanto ante el capitalismo liberal como ante el colectivismo marxista", proponiendo en todos sus documentos aquellas nuevas estructuras económicas que facilitarían el acercarse más el establecimiento del reino de Dios. ¿Pueden todavía los pastores decir que la funciòn de la Iglesia no es cambiar estructuras? ¿Por qué callan, pues, estas enseñanzas de los SumosPontífices en estos momentos de crisis de nuestro sistema capitalista?

La respuesta la da Juan Pablo II: "Se puede pecar por egoísmo, por afán de ganancias exageradas y de poder, y también por temor, indecisión, y en el fondo, por cobardía".

*Profesor