El Papa Francisco sigue cautivando multitudes, sigue adentrándose en miles de vidas anhelantes. Su silueta blanca, rebosante de sencillez y cercanía, atrae la atención del mundo entero. Se derraman sus palabras en torrentes de luz, se multiplican sus gestos, se escuchan con atención sus mensajes, se multiplican sus tuits a través de las redes sociales. Sus primeros pasos nos lo presentan como una mezcla providencial de Ignacio y Francisco, dos grandes santos fundadores en dos épocas turbulentas de la Iglesia. Sencillo como Francisco, eficaz y práctico como Ignacio, y como ambos un hombre profundamente espiritual, austero, amante de la oración y de una Iglesia auténtica, despojada de poder y opulencia, que quiere estar en la calle con el pueblo de Dios. Sus palabras y sus gestos primeros producen la impresión de que comienza una primavera para la Iglesia, un pontificado evangélico, reformador, que aporte credibilidad y cercanía a los que están lejos, escandalizados y tristes por las crisis y lacras que asolan a los hombres solitarios en un mundo global.

Hoy he querido escoger una de sus oraciones que lleva por título "La oración de la mano" y que nos ofrece la posibilidad de orar con los dedos. Dice así: "El pulgar es el dedo más cercano a ti: así que empieza orando por quienes tienes más cerca. Son las personas más fáciles de recordar. Orar por nuestros seres queridos es una dulce obligación. El siguiente dedo es el índice: ora por quienes enseñan, instruyen y sanan. Esto incluye a los maestros, profesores, médicos y sacerdotes. Ellos necesitan apoyo y sabiduría para indicar la dirección correcta a los demás. Ténlos siempre presentes en tus oraciones. El siguiente dedo es el más alto: nos recuerda a nuestros líderes. Ora por el presidente, los congresistas, los empresarios y los gerentes. Estas personas dirigen los destinos de nuestra patria y guían a la opinión pública. ¡Necesitan la guía de Dios! El cuarto dedo es nuestro dedo anular: aunque a muchos les sorprenda es nuestro dedo más débil, como te lo puede decir cualquier profesor de piano. Debe recordarnos orar por los más débiles, con muchos problemas o postrados por las enfermedades. Necesitan tus oraciones de día y de noche. Nunca será demasiado lo que ores por ellos. También debe invitarnos a orar pos los matrimonios. Y por último está nuestro dedo meñique: el más pequeño de todos los dedos, que es como debemos vernos ante Dios y los demás. Como dice la Biblia, "los últimos serán los primeros". Tu meñique debe recordarte orar por ti. Cuando ya hayas orado por los otros cuatro grupos, verás tus propias necesidades en la perspectiva correcta y podrás orar mejor por las tuyas".

* Sacerdote y periodista