El Reino Unido tiene ese toque de excentricidad y exageración que soprende al combinarse con el temperamento frío e inexpresivo que ha dado fama a los británicos, y quizá el mayor exponente sea la casa real. Isabel II levantó ayer una enorme polvareda al convocar una reunión de emergencia sin especificar el motivo, de manera que entre las especulaciones llegó a decirse que iba a anunciar el fallecimiento de su esposo. Pero el príncipe Felipe, consorte de la reina y duque de Edimburgo, está vivo, solo que se retira de la vida pública, es decir, dejará de acudir a actos oficiales. El príncipe se jubila a los 96 años, edad que sería el sueño de cualquier sistema de la Seguridad Social, mientras que la reina seguirá con lo suyo a sus 91 primaveras.